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Paysandú, Lunes 14 de Noviembre de 2011

En Chile se terminó el mundo

Deportes | 12 Nov URUGUAY 4 CHILE 0
Escenario: Estadio Centenario. Arbitros: Héctor Baldassi, Gustavo Esquivel y Diego Bonfá (Argentina).
Uruguay: Fernando Muslera, Martín Cáceres, Diego Lugano, Diego Godín, Alvaro Pereira, Alvaro González (69’ Sebastián Eguren), Diego Pérez, Egidio Arévalo Ríos, Gastón Ramírez (57’ Sebastián Abreu), Luis Suárez (76’ Cristian Rodríguez) y Edinson Cavani. DT: Oscar Tabárez.
Chile: Claudio Bravo, Marcos González, Waldo Ponce, Pablo Contreras; Mauricio Isla, Gary Medel, Marcelo Díaz (60’ Milovan Mirosevic), Matías Fernández, Matías Campos Toro, Humberto Suazo (60’ Esteban Paredes) y Eduardo Vargas (71’ Gustavo Canales). DT: Claudio Borghi.
Goles: 42’, 45’, 68’ y 73’ Luis Suárez.Amonestados: Pablo Contreras y Gary Medel (CH); Martín Cáceres y Cristian Rodríguez (U).

El 11/11/2011 iba a traer consecuencias. Ya lo habían anunciado algunos fatalistas, y tenían razón: se terminó el mundo. Es cierto, usted estará leyendo en este momento la edición de EL TELEGRAFO, y mirará a su alrededor para darse cuenta que estamos vivitos y coleando. Es que el mundo, el mundo futbolístico, se terminó en Chile. La crisis comenzó hace pocos días, cuando cinco jugadores de la selección trasandina fueron desafectados por indisciplina. Pero todavía le faltaba vivir a ese equipo copetudo, que quiere pelear por el premio mayor de estar en la máxima cita del fútbol mundial, la jornada de la víspera. Ese fatídico día señalado por muchos como el día final. Y no se equivocaban: en Chile se terminó el mundo.
El culpable seguramente será apuntado con el dedo. Deberá sobrellevar la culpa. Es cierto, no es un terrorista ni nada que se le parezca. Pero el responsable tiene nombre y apellido: Luis Suárez. Es el salteño que destruyó con artillería pesada las ilusiones de la selección chilena. Es el delantero que demostró tener en sus pies y en su cabeza una serie de misiles de destrucción masiva. Y le bastaron cuatro bombazos para invadir de tristeza a todo un país. Pero Suárez, el gran culpable, tiene cómplices. Que también deberían ser juzgados en esta situación. En la cancha, en ese campo de batalla imaginario, fue Arévalo Ríos. Porque no solo cumplió con excelencia su tarea de estratega para limitar la capacidad del rival, sino que mostró una complicidad demasiado grande a la hora de querer liquidar al rival. Y afuera del terreno, a centímetros de la línea que delimita este campo de batalla, fue el estratega, el técnico Oscar Tabárez. Pero, quizás como atenuante a la hora de ser juzgado, puede fundamentar que diseñó la batalla antes de que se llevara a cabo. Pero es tan culpable como Suárez. Como Arévalo Ríos.
Es que tuvo la visión necesaria, pese a que desde afuera no se veía de la misma manera, de demostrar que su Uruguay podía ser letal pese a no tener a Diego Forlán en la cancha. Y demostró que este equipo letal está lejos de ser “Forlándependiente”. Pero claro: Luis Suárez se lleva todas las miradas, pese a que el resto del batallón colaboró para que el artillero rompiera todas las redes. Porque el delantero encontró sociedades que le permitieron liquidar a Chile, pese a jugar sentido, herido, desde los primeros minutos.
Es que el jugador del Liverpool hizo todo. Desde avisar que estaba dispuesto a liquidar las aspiraciones defensivas del rival con un tiro libre que terminó con la pelota en los caños, hasta un par de incidencias que desperdició.
Pero terminó ajustando la mira. Tanto, que antes de que se terminara el primer tiempo de la batalla comenzó a tirar con munición gruesa. Primero fue rematando cruzado contra el palo izquierdo del arquero. Y después, con una arremetida de cabeza (con falta, es cierto), aprovechando el desconcierto de la defensa que había despejado de la línea de gol.
Su equipo, Uruguay, fue muy superior. Demasiado, sorprendentemente. Chile se quedó sin respuestas, como esperando a que le dieran el toque final. Y fue Suárez el que siguió haciendo de las suyas, ya cuando peleaban el complemento. Otra vez de cabeza tras un centro de Cáceres, otro de los caudillos; y luego tras recibir, a la carrera, de Cavani en la misma línea que delimita el área grande.
Así, Uruguay terminó por liquidar la pobre resistencia chilena. Terminó por derrumbar el sueño de un rival que llegó con problemas, pero también con expectativas. Porque su general, su técnico, apuesta al funcionamiento y no a nombres. Pero nada pudo hacer ante un batallón que liquidó sus aspiraciones en tan solo 90 minutos. Porque Uruguay, ese Uruguay que se planta contra propios y extraños, como ajeno a la historia de este complicado camino premundialista, como potencia en América, terminó por derrumbar el mundo futbolístico chileno. Porque allá, con este 4 a 0, parece haberse terminado el mundo. STB


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