Paysandú, Miércoles 16 de Noviembre de 2011

No es solo un problema europeo

Opinion | 13 Nov Con mayor o menor disimulo, todos los países del mundo están pendientes de la situación que se está dilucidando en Europa, donde la crisis a la vista y la subyacente marcarán el rumbo de la economía mundial en el futuro inmediato, mal que pese sobre todo a países dependientes y vulnerables como Uruguay, que hasta ahora ha sorteado más o menos sin mayores zozobras la incertidumbre proveniente del Viejo Mundo.
Por lo pronto, tal como suele suceder en los países subdesarrollados, las primeras consecuencias de esta incertidumbre y la disconformidad popular ha hecho caer gobiernos y relevar a mandatarios que hasta no hace pocos años aparecían como sólidos y “todo terreno”. Pero ya le ha tocado el turno a Giorgios Papandreu en Grecia, de la misma forma que parece echada la suerte para Silvio Berlusconi en Italia, para Rodríguez Zapatero en España, y ya no las tiene todas consigo Nicolás Sarkozy en Francia.
Pero ya se habían registrado serios problemas y rescates financieros por la burbuja inmobiliaria en Irlanda, la crisis en Portugal, más recientemente en Grecia y posiblemente también con similar proyección en Italia y eventualmente en España. Los problemas son de tal magnitud que cada vez cobra más fuerza la versión de que podría resquebrajarse la Unión Europea, con países que ante sus problemas podrían quedar en carácter de asociados, en forma similar a como es actualmente el caso de Gran Bretaña y Dinamarca, entre otros.
El dilema es mayúsculo: salir o no del euro, la moneda creada para dar un paso más en la unificación, que en realidad ha obrado como un corsé que resulta ahora inaguantable para los países que no han hecho bien los deberes y que han gastado más de la cuenta, que no tienen moneda para devaluar y por lo tanto no tienen como intentar contrarrestar su falta de competitividad por el descalabro que significan sus finanzas públicas.El escenario se ha precipitado tras varios años de una bonanza que parecía libre de amenazas, más allá de los avatares propios de una unión de países de distintas culturas, de tamaños de economías y de estados de desarrollo, con superpotencias como Alemania y Francia, y países “marginales” con problemas propios de naciones del Tercer Mundo antes que del bloque europeo. Pero más o menos la situación se había ido sobrellevando, hasta que la debacle inmobiliaria en Estados Unidos puso de relieve cuan frágil es el sistema financiero internacional, con bancos que habían prestado en base a las “burbujas” y no al valor real y por lo tanto sin capacidad de recuperar dinero sobre valores que habían sido sobreestimados.
Hoy el escenario europeo es diverso, pero con el común denominador de que el “contagio” de la crisis puede pasar fácilmente desde las pequeñas economías traumatizadas hacia el resto del bloque, y ello explica que se haya ido al rescate de Grecia en procura de que la nación helénica no se precipite en default y lidere el fenómeno de arrastre.
Las bolsas temerosas, que están al alza un día y al otro se precipitan, las febriles reuniones, las protestas que empezaron por los “indignados” ante el grave desempleo en España, con más de un veinte por ciento que haría temblar incluso a un país tercermundista, y las expresiones cada vez más frecuentes de quienes promueven salir del euro como moneda común y los que advierten por su lado que este remedio sería tan malo como la enfermedad, dan la pauta de una confusión que se ha trasladado a la comunidad internacional, porque todos sabemos que no habrá nadie que no resulte afectado si la crisis se agrava con una recesión sostenida en el Viejo Mundo.
No se va a salvar China, por supuesto, ni siquiera Estados Unidos y menos aún países como Uruguay y el resto de las naciones sudamericanas, pese al escenario de bonanza que todavía se sostiene y que es producto se ser más que nada abastecedoras de materias primas para países emergentes como China y la propia Europa.
Y la receta de austeridad y más austeridad, que es de recibo sobre todo para las naciones que han llevado el gasto público a un grado irracional, también tiene sus bemoles, porque por un lado deja siempre latente la adopción de prácticas proteccionistas que resultarían altamente perjudiciales para Uruguay, y porque además es una regla incontrastable que la suerte del vendedor está atada a la del comprador.
Y para un país exportador no hay nada peor que no pueda vender por falta de poder adquisitivo de la otra parte y que además se le compita deslealmente con barreras proteccionistas. Es de esperar por lo tanto, por la salud de la economía mundial, que Europa pueda acomodar los zapallos en el carro, como pudo hacerlo tras varias conflagraciones mundiales que la tuvieron como escenario, y que esta decadencia sea solo una tormenta pasajera, de la que deben igualmente extraerse lecciones de enorme importancia para el futuro.


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