Paysandú, Lunes 21 de Noviembre de 2011
Locales | 19 Nov QUITO, 18 (Por Enrique Julio Sánchez, enviado especial). En el teatro Variedades, un antiguo cine de barrio, frente al histórico teatro Sucre, el Taller de Teatro de Paysandú se presentó en el marco del festival Sudaka 4, con su puesta en escena de “Crimen y Castigo”, original de Fedor Dostoievsky, en versión teatral de Luis Rodríguez.
Un centenar de personas asistió a la sala totalmente renovada, con capacidad para 200 personas, dotada de capacidades técnicas de última generación, incluido un circuito cerrado de televisión, con cámaras en la escena y monitores en las salas de iluminación y sonido, tramoya y acceso de actores. Esto llamó poderosamente la atención de algunas integrantes del elenco, quienes sentados en el pasillo de acceso esperaban mirando por el monitor, el momento de ingresar a escena.
En la escena, junto al elenco ya conocido, integrado por Luis Oroná, Amanda Gómez, Augusto Colombo, Bettina Sánchez, Martha Oroná, Zully García y el propio Raúl Rodríguez, hubo dos incorporaciones de “último momento”. Por un lado la de la niña Dulcinea Rodríguez, hija de Rodríguez y García, en el papel de la hermana del personaje de Sánchez. Por otro, quizás el más sorprendente, el de Laura Juan, coordinadora de Cultura de la Intendencia de Paysandú, quien ante la ausencia del intérprete que se hace cargo del personaje de Natasha, una suerte de asistente del personaje de Oroná y a su vez quien mueve la utilería en escena, no dudó en tomar el papel, y aparecer en la escena del Variedades.
La versión de “Crimen y Castigo” del Taller de Teatro de Paysandú, fue seguida con atención por la plantea, a lo largo de 2.30 horas y luego premiada con el aplauso cálido. La cuestión de la libertad y cómo entenderla, y la de la justicia y cómo aplicarla, atrapó a la platea, en un tour de force poco habitual en la propuesta teatral contemporánea en nuestros países, donde pocos textos clásicos son llevados a escena, precisamente por el desafío múltiple que significan: elenco numeroso, texto complejo, puesta en escena de larga duración, entre otras.
En “Crimen y Castigo” hay un asesino, pero no uno cualquiera, sino quien se cree superior y por eso mismo puede por encima del resto de los mortales desconocer las leyes del “rebaño”, o los seres inferiores. Y hay una jueza, pero no una cualquiera, sino una leñadora, que hachazo a hachazo derrumba el gran árbol. Hay un claro enfrentamiento entre la justicia y la impunidad. He ahí la cuestión.
La puesta en escena está bien planteada, dejando que sea el propio texto el que ponga énfasis, en tanto la contra escena juega un papel clave. Pocos elementos en la escena, apenas una cama, una mesa, tres sillas y un banco. Y los elementos de utilería. Una iluminación entre ocres y azules, casi sin luz general. La cuestión que se define no es brillante. En el elenco están las más claras fallas, y probablemente eso aumentó en veinte o treinta minutos la función. Hay, por un lado, una ausencia del tempo-ritmo, clave para comprender en su totalidad la propuesta escénica.
Pero, a su vez, y es lo que sin dudas le da interés a la puesta en escena es la verdad-personaje. Cada uno de los intérpretes, sin excepciones, expone la verdad de su personaje, lo siente como propio y aunque con errores (exceso de pausas a veces, olvidos o repetición de textos en otros), eso se transmite al público, que se entrega ante una propuesta significante.
La puesta en escena es interesante, aunque necesita “rodamiento”, más funciones, ajustes en el tempo-ritmo y mayor eficacia general. Quizás eso llegue en las siguientes funciones de esta misma gira, en Pasto y Cali, Colombia.
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