Paysandú, Miércoles 23 de Noviembre de 2011
Opinion | 17 Nov Los accidentes de tránsito son la mayor causa de muerte de personas menores de 35 años, por lo que, además de la fiscalización, la educación y la ingeniería del tránsito se vuelven medidas clave para salvar a muchos uruguayos que anualmente ingresan a la nefasta estadística de fallecidos en accidentes en calles y rutas.
Paysandú viene lidiando desde hace muchos años y no sin problemas con un tránsito desordenado e irreverente, en el que una y otra vez muchos conductores hacen caso omiso de las más elementales normas de seguridad y la legislación vigente para circular.
La falta de uso de implementos de seguridad como el casco y el cinturón, así como el irrespeto por el otro son monedas de cada día, a lo que se suman conductas que a veces se consideran inofensivas, como hablar por celular mientras se conduce o la circulación a alta velocidad. Todas éstas son acciones evitables pero en las cuales muchos caemos por inconsciencia, desidia o irresponsabilidad.
Por eso, las sanciones deben aplicarse con severidad. Pero hace falta más, hace falta alcanzar metas que es imposible que logren las leyes o decretos por sí mismos: el cambio de hábitos. Es muy probable que si nos “pescan” infringiendo una norma de tránsito seamos sancionados. Sin embargo es materialmente imposible que los inspectores de tránsito y la Policía Caminera estén en todas partes.
Si el tránsito es una construcción colectiva, hace falta que todos colaboremos en su mejora porque a la larga o a la corta nuestros seres queridos o nosotros mismos podemos ser víctimas de un accidente de tránsito. De más está decir que las autoridades –aunque tienen responsabilidades ineludibles-- no tienen la varita mágica para lograr que todos asumamos ese tipo de compromiso. No es algo que se pueda imponer desde afuera, sino que debe nacer de cada uno de los que a diario hacemos el tránsito. Así es que en esta materia, como en tantas otras, las cosas deben ser mejoradas también desde el compromiso personal. En esta perspectiva es que esas pequeñas infracciones, que implican grandes riesgos, son algo en lo que cada uno podría poner manos a la obra de inmediato. Sólo así tendremos una sociedad mejor para todos.
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