Paysandú, Miércoles 23 de Noviembre de 2011
Opinion | 22 Nov Los sanduceros, sobre todo aquellos que nacieron a mediados del siglo pasado, deben recordar con nostalgia el Paysandú que de alguna forma sorprendió y enorgulleció al país con la explosión industrial que se generó sobre fines de la década de 1940, cuando nacieron las grandes industrias que fueron un factor revulsivo en el departamento y la región.
Miles de sanduceros, en forma directa o indirecta, vieron mejorar su calidad de vida por la actividad de las fábricas que han sido abanderadas del Paysandú industrial, de una época de post guerra que favoreció la inversión en agroindustrias fundamentalmente, y cuando además la constante era la protección de los emprendimientos propios, mediante subsidios directos o indirectos ante el factor beneficioso de promover el empleo de mano de obra.
Pero desde entonces el mundo cambió, y la globalización que se ha extendido en las últimas décadas cambió la pisada, no solo en cuanto a la radicación de nuevos emprendimientos, sino que ha dificultado y afectado sensiblemente incluso la preservación de aquellos símbolos del Paysandú industrial.
La realidad ha indicado que desde hace más de una década ya no se planta más remolacha azucarera en nuestro departamento, y que en su lucha por sobrevivir Azucarlito se ha reconvertido a un refinador de azúcar crudo que se elabora en Brasil.
En tanto, Paycueros es hoy una fracción de lo que fue y aún así se está manteniendo con serios problemas de competitividad respecto a otras producciones provenientes de Asia; en el caso de Paylana, lamentablemente la situación es harto complicada como consecuencia de la fuerte deuda y la relación de precios con producciones de aquel origen. Asimismo, la emblemática Norteña desapareció y Paysandú dejó de ser un departamento cervecero para limitarse a la actividad de una planta de malteado de cebada.
Estos elementos, muy parciales en el esquema de un departamento que también ha vivido inversiones significativas en otras áreas, como la forestal, la agricultura, los cítricos, los arándanos, dan la pauta de que a una mano de cal sigue otra de arena, y que lo importante es no dejarse sorprender por los cambios, sino el encontrar oportunidades donde antes había desesperanza.
El despegue sanducero fue posible por la inversión privada y la participación estatal como promotor de las condiciones para hacerlas posibles, e incluso también como cogestor o emprendedor directo, como ha sido por ejemplo el caso de la instalación de la fábrica de Portland de Nuevo Paysandú por Ancap, que ha sido una inversión lógica para aprovechar las canteras de piedra caliza de la zona del Queguay, como materia prima esencial para alimentar los grandes hornos de la fábrica.
Precisamente, el organismo estatal está encarando actualmente una activa participación en una nueva etapa del Paysandú industrial, que implica volcar en nuestro medio una inversión del orden de los doscientos millones de dólares en pocos años, si tenemos en cuenta que la ampliación de la fábrica de portland prevista y ya en marcha insumirá un monto de unos 80 millones de dólares en equipamiento e infraestructura, lo que derramará a la vez recursos sobre la comunidad.
Más importante aún es la proyección de una planta de alcohol carburante en Nuevo Paysandú, a efectos de la mezcla con naftas, que representa una inversión de unos 120 millones de dólares. Y aquí es donde se verán los mayores beneficios para la región, por cuanto el sorgo necesario para abastecerla implica unas 60.000 hectáreas en producción, lo que implica una dinamización de gran proyección en la agricultura e infraestructura de apoyo.
Más aún, a efectos del transporte de este alcohol y el que se elabora en la planta de ALUR de Bella Unión, Ancap construirá un puerto sobre el río Uruguay a un costo no inferior a los diez millones de dólares, para el uso de barcazas, lo que implicará por lo tanto una apuesta productiva y de infraestructura de gran magnitud en Paysandú, de revitalización del transporte fluvial y por lo tanto parte importante de la sinergia que está en marcha con la reactivación del puerto sanducero.
Es decir que en este caso un organismo del Estado, a falta de emprendimientos privados en estas áreas, aprovecha las ventajas logísticas y productivas de Paysandú y apuesta fuertemente con un proyecto que en su conjunto, promete alcanzar un impacto quizás no tan grande como el Paysandú industrial de la década del 40, pero sí superior a todo lo que se ha visto con posterioridad.
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