Paysandú, Viernes 25 de Noviembre de 2011
Opinion | 22 Nov En los últimos años, una de las temáticas más relevantes, concerniente a toda la humanidad, ha sido la referente al “calentamiento global” y su efecto en el cambio del clima en diversas regiones del mundo.
Los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera alcanzaron un nuevo récord en 2010, un año en el que también aumentó el ritmo de su emisión, de acuerdo a lo anunciado en las últimas horas por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). El organismo internacional informó también que se ha producido un importante aumento de las concentraciones de óxido nítrico (N20), lo que también tiene un efecto en el calentamiento de la atmósfera. Los científicos afirman que incluso si lográramos detener hoy nuestras emisiones de estos gases, el efecto estaría presente durante décadas en la atmósfera.
Desde el principio de la era industrial en 1750, según la OMM, su presencia en la atmósfera ha aumentado en un 39 por ciento. Para tener una idea de lo que eso implica, basta decir que durante los 10.000 años anteriores al inicio de la era industrial, la presencia atmosférica de CO2 se mantuvo “casi constante”.
Los últimos datos indican que entre 1990 y 2010 hubo un incremento del 29 por ciento en la fuerza de irradiación (el efecto del calentamiento atmosférico en el clima) derivada de los gases de efecto invernadero y que el dióxido de carbono (CO2) es el responsable del 80 por ciento de ese aumento.
Aunque durante muchos años algunos gobiernos pusieron en duda que el cambio climático fuera una realidad, hoy está harto demostrado.
La contribución de nuestro país con respecto a la emisión de gases de efecto invernadero es mínima en comparación a la de los países desarrollados, sin embargo eso no impide que sufra los efectos. En el territorio nacional se comprueba un gradual pero persistente aumento de la temperatura, del nivel del mar y de las lluvias con respecto a comienzos del siglo XX. Los cambios se han hecho notorios en la faja costera, en la ribera de los ríos, en las áreas rurales y en las ciudades. Grandes sequías o graves inundaciones son fenómenos que hemos tenido en los últimos años.
A nivel central, se está trabajando en esta tarea pero, evidentemente, faltan aún “aterrizar” planes y programas en la cotidianeidad de la gente para que además de las advertencias sobre posibles efectos locales del cambio climático, tengamos pautas claras de acción y puedan adoptarse previsiones.
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