Paysandú, Sábado 26 de Noviembre de 2011
Opinion | 21 Nov “Es la economía, estúpido”, es una de las frases célebres atribuidas al ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, para explicar los porqué del contundente sentimiento popular, y que fue recogida luego como un axioma poco ortodoxo pero valedero para evaluar escenarios en los que la influencia de otros factores puede parecer como determinante, pero sobre los cuales termina en definitiva primando el estado de los bolsillos del ciudadano.
La situación que se está procesando en los países de la Unión Europea viene como anillo al dedo para evaluar en toda su magnitud el significado de esta frase, ante el efecto “dominó” que conllevan las crisis que hasta no hace mucho eran muy comunes en América Latina, y que eran causa insoslayable de inestabilidad política en la región, como así también en otras naciones del Tercer Mundo, donde buen porcentaje de la ciudadanía incluso en determinadas instancias se abrazó a regímenes autoritarios como esperanza para reacomodar economías venidas a menos y el consecuente deterioro de la calidad de vida de la población.
En Italia “Il Cavalieri” Silvio Berlusconi había logrado sobrevivir indemne a los vendavales que azotaron a su gobierno, e incluso había podido sortear los escándalos de índole sexual que lo tuvieron como protagonista tantas veces, pero lo que no le perdonó la opinión pública italiana fue el costo social que traerían aparejadas las reformas de austeridad para intentar recomponer el déficit de las cuentas públicas de su país. En el nuevo gobierno le ha sucedido Mario Monti, un economista de sólida formación, en quien se ha depositado la confianza para llevar adelante las medidas muy poco simpáticas que será necesario aplicar para corregir los excesos en el gasto público que han corroído la economía peninsular.
No le ha ido mejor al gobierno socialista de Rodríguez Zapatero en las elecciones de ayer, al que derrotó su rival de derecha Mariano Rajoy, pero todos coinciden en señalar que lo mismo le hubiera ocurrido a cualquier otro gobierno enfrentado a esta encrucijada, si se tiene en cuenta por ejemplo que hay 22 por ciento de desempleo en el país, que las medidas de austeridad incluirán fuertes recortes en el gasto social y que el fantasma de la recesión ha pasado a ser una realidad.
Ya antes había caído Giorgios Papandreu en Grecia, país que fue detonante de la crisis de la zona euro por su enorme deuda y un caos en la economía que también ha derivado en una aguda crisis, casi al estilo de las que hemos tenido en América Latina, salvando las distancias lógicamente, desde que estamos partiendo de una calidad de vida muy distinta, aun en el caso de una economía europea marginal, como es Grecia.
Hasta ahora Francia y Alemania –el primero no tanto— se mantienen más o menos al margen de la crisis que ha debilitado hasta a Italia, que es la tercera economía de Europa, en tanto entre otra naciones, los problemas están acechando también a Polonia y Hungría, los que son de los pocos que mantienen su propia moneda, el forinto y el zloty respectivamente, pero que al mismo tiempo están sumergidos en la crisis financiera y económica que hace presa del viejo continente.
Tanto es así que Hungría pedirá en los próximos días una línea preventiva tanto al Fondo Monetario Internacional como a la UE, a mediano plazo, de los que solo pueden beneficiarse los estados miembro que no han adoptado el euro, en tanto el gobierno de Polonia deberá adoptar medidas impopulares que exigirán sacrificios, con la expectativa de reducir la deuda pública del actual 55 por ciento del Producto Bruto Interno al 52 en 2012 y al 47 en 2015.
En todos los casos, la idea es aumentar el mínimo de la edad de jubilación, de forma de exigir menos a las finanzas públicas, lo que es a la vez un arma de doble filo en países donde hay desempleo y por lo tanto la extensión en algunos años de la edad jubilatoria significará restringir el acceso al mercado de las nuevas generaciones. Es decir que estamos ante un panorama difícil para un conjunto de naciones con vasos comunicantes muy fuertes, que tienen la suerte atada entre sí pero a la que también está sujeta la economía mundial, desde que nadie puede desconocer que si le va mal a Europa nos va a ir mal a muchos. Es que no contamos con los supuestos “blindajes” que tan ligeramente se proclamaron ni nada que se le parezca, y menos aún si no hay compradores para nuestros productos, cuando los precios caen, y el mundo puede caer en una recesión que está a la vuelta de la esquina, lamentablemente.
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