Opinion | 23 Nov Paysandú fue sede, el pasado fin de semana, de las jornadas de actualización sobre nuevas técnicas y avances en el área de la prevención industrial e higiene laboral, lo que dio lugar a una convocatoria regional muy significativa, que habla a las claras de la importancia de la prevención.
Lamentablemente, pocas horas antes de este encuentro se había registrado una nueva muerte en la industria de la construcción en nuestro país, en este caso en Montevideo, lo que pone de relieve que aunque se ha mejorado sustancialmente la seguridad y las acciones preventivas en los últimos años, existen materias pendientes, aun en el entendido de que nunca se va a llegar a la siniestralidad cero.
Es cierto, muchas veces –si no la mayoría— mucho más que la casualidad estamos ante una causalidad en el área de la seguridad industrial y laboral, desde que los imponderables, que siempre pueden darse, son consecuencia fundamentalmente de causas que pueden y deben prevenirse, porque ese es precisamente el quid del asunto. Cuando se registra el accidente, es porque hubo fallas humanas, falencias en equipamiento o técnicas, al dejarse un margen para que estos errores, descuidos o irresponsabilidad tuvieran consecuencias.
Por cada accidente que ocurre por estas causas, se registran innumerables falencias de este tipo que no terminan en siniestros y que por lo tanto trascienden. El punto es que aun con avances significativos en materia de prevención, que incluyen educación, convencimiento y controles, hay índices de siniestralidad que deben abatirse, por más que muchas veces deba lucharse contra el rechazo de no pocos trabajadores al uso de determinados implementos de seguridad. La tarea de prevención está a cargo de los especialistas, de los técnicos prevencionistas, pero no se puede dejar recaer toda la responsabilidad en su trabajo, por más importante que sea, por lo que empresas, trabajadores, organismos del Estado, deben compenetrarse de la importancia de esta problemática.