Paysandú, Martes 29 de Noviembre de 2011

Respuestas para el desafío demográfico

Opinion | 23 Nov La problemática social inherente al envejecimiento poblacional tiene componentes de compleja interrelación en todo el mundo, y nuestro país no es una excepción. Aunque cada nación o región tiene sus características socioeconómicas propias, hay parámetros y relaciones causa-efecto que pueden establecerse como un común denominador para muchos países.
Este escenario tiene profundas proyecciones de carácter social que se irán acentuando a medida que la tendencia se continúe manifestando de esta forma, pero a esta altura, en un mundo que viene atendiendo urgencias y sufre avatares de todo orden, corresponde a cada país atender sus propios problemas y sobre todo hacerlo con visión de mediano y largo plazo. Se trata de hacer hoy lo que no se va a poder hacer mañana cuando estemos ante hechos consumados.
Fernando Filgueira, representante auxiliar del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) en Uruguay, al abordar el tema, indicó al suplemento Economía y Mercado del diario El País, que Uruguay es un país demográficamente pequeño, con un muy modesto crecimiento poblacional, que se caracteriza en la actualidad por presentar una estructura relativamente envejecida y una tasa de fecundidad de dos hijos por mujer aproximadamente, que se ubica por debajo de la tasa de reemplazo, que es de 2,1. Así, por el lento crecimiento natural en términos de fecundidad de nuestra sociedad, las migraciones juegan un rol muy importante en la dinámica poblacional por el ingreso o egreso de personas en edad activa y mujeres en edad reproductiva.
Para Filgueira, Uruguay va al desafío propio de una sociedad que ingresa en lo que se denomina “la segunda transición demográfica”, la persistencia de bajas tasas de fecundidad, una importante modificación y transformación de las estructuras y arreglos familiares “y por lo tanto de las formas básicas de la sociedad ”.
Estos elementos inciden profundamente en el esquema socioeconómico, y según Filgueira “como Uruguay tiene una baja tasa de fecundidad y un segmento de población adulta que es muy grande, las cohortes de 59 años (conjunto de individuos que comparten un mismo suceso dentro de un cierto período) que van a ingresar en la tercera edad son mayores que las de los niños que nacen este año. Por lo tanto en 2010 el número de uruguayos mayores de 60 años va a superar a la cantidad de niños que tengan entre 0 y 14 años, de acuerdo con una proyección del Unfpa”.
Quiere decir que estamos ante fuertes desafíos, como lo venimos señalando en esta página editorial desde hace años, mucho antes que se llegara al simbólico número de los siete mil millones en el caso de la población mundial, y cuando aún no sabemos cuantos somos en el Uruguay, al estar todavía procesándose los números del censo 2011.
Pero seguramente el conocer cuantos somos en realidad va ser muy relativo para nosotros –si es que finalmente se logran obtener resultados fehacientes con la metodología aplicada en este censo--, porque no va a haber sorpresas y menos aún en lo que refiere a la composición de los grupos etarios que componen nuestra población.
Tenemos que con una fuerza laboral que en nuestro esquema previsional mixto todavía sigue aportando para pagar las pasividades de los que se van jubilando y por lo tanto sin ahorrar para su propia pasividad –salvo en el caso de los afiliados a las AFAP— el alto número de personas en edad avanzada exige fuertes erogaciones al Banco de Previsión Social y transferencias de Rentas Generales, aunque circunstancialmente se ha reducido sensiblemente esta necesidad debido a la bonanza económica.
A la vez se generan fuertes presiones al sistema social en general, como es el caso de la atención médica y servicios de prestación para la tercera edad, lo que debe ser afrontado con recursos de una sociedad envejecida, que a la vez tiene el componente de la postergación de la edad de retiro efectiva y consecuente freno para el acceso de los jóvenes a puestos de trabajo.
Indudablemente, cuando estamos precisamente en una sociedad consumista, y donde florece el crédito empujado por la demanda de compras, una respuesta posible –que no debe ser aislada-- radica en fomentar el ahorro personal desde temprana edad, de forma que cada persona pueda estar en condiciones de prepararse para el futuro, cuando difícilmente el Estado –con recursos de toda la sociedad, naturalmente— pueda estar en condiciones de transferir los recursos en la medida que se necesitan para desarrollar políticas sociales en favor de los grupos de mayor edad, en el área que sea.


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