Paysandú, Viernes 02 de Diciembre de 2011
Locales | 29 Nov El retorno a esta capital, desde Cali, Colombia, no fue tan simple y sencillo como se esperaba. Si bien se sabía que sería un viaje largo (transcurrió a lo largo de 24 horas), no se esperaba contar con algunos problemas.
La delegación partió de Cali a las 11.50 del domingo 27, en un microbus de Transipiales, una empresa con sede en Ipiales, la ciudad colombiana fronteriza con Ecuador y primer destino. El viaje se realizó en un microbus sin mayores problemas, aunque resultó extenuante pues demandó once horas y media. Varios de los viajeros se mostraron sorprendidos y hasta preocupados por la enorme cantidad de curvas, de precipicios al borde de la ruta y de cruces recordando fallecidos en accidentes.
Al llegar a Ipiales, varios taxistas se abalanzaron sobre los uruguayos ofreciendo llevarlos rápidamente a Rumichaca, pero Rodríguez prefirió ingresar a la ya desierta terminal. Desierta y fría. Al preguntársele al encargado de la guardia nocturna, éste dio la mala noticia de que hasta las 6 de la mañana ninguna de las dos migraciones abría, por lo que sugería que todos se quedaran en la terminal, antes que exponerse a ser robados en la frontera, donde no había seguridad policial ni de otro tipo. Ambas migraciones cierran los domingos de noche.
Quedarse en Ipiales no estaba previsto, pero resultaba lo más lógico. Hacía realmente frío en la terminal: 3 grados centígrados. Y todos retornaban del calor de Cali. La terminal de Ipiales, como muchas otras de esta zona del continente, no es un edificio totalmente cerrado sino que tiene enormes extensiones a cielo abierto, seguramente por las altas temperaturas que durante buena parte del año se registran. Pero por las noches, diferente es la situación. No obstante, como la terminal queda cerrada, no es algo que preocupe.
La delegación sanducera echó mano a cuanto abrigo traía, incluido el vestuario de la obra, y tras colocar las páginas del diario que Rodríguez había comprado para leerlo en el viaje, se acurrucó como pudo en un rincón. Hubo chistes, animada conversación y también un poco de sueño. Las horas parecían pasar lentamente. Hasta que sobre las 4 de la mañana se pudo tomar un tinto (café negro) para dar algo de calor al cuerpo.
A las 5.20, en una camioneta combi, la delegación partió rumbo a Rumichaca y dentro del vehículo esperó que abriera la migración colombiana. Luego, con el equipaje de tiro cruzó a pie el río Rumichaca, hizo similares trámites en Ecuador y en otra camioneta combi se dirigió a Tulcán, donde 20 minutos después de arribar estaban en viaje a Quito, adonde llegaron al mediodía. La noche en Ipiales es ya solo una anécdota. Pero el frío del lugar se recordará por mucho tiempo.
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