Opinion | 01 Dic En una disertación sobre prioridades estratégicas del desarrollo nacional, realizada en la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación, el vicepresidente Danilo Astori señaló que los resultados educativos deben ser mejorados y consideró que los corporativismos siempre hacen daño pero eso “especialmente grave” en la educación.
Y tiene razón. Todos coincidimos plenamente con el diagnóstico: el sistema educativo está en crisis. Lo sabemos desde hace tiempo y las últimas estadísticas, cifras y mediciones corroboran lo que muchos docentes, padres, responsables de los distintos subsistemas y hasta algunos de los propios alumnos se dan cuenta: es necesario hacer algo en forma urgente para revertir una situación que empeora.
Las cifras de deserción y repetición en el sistema educativo, fundamentalmente en el Ciclo Básico de la Enseñanza Media han sido la última señal de alerta de la gravedad del asunto, cuyo debate y preocupación ha trascendido el ámbito educativo.
El Estado, que es quien debe garantizar una educación de calidad a sus ciudadanos es quien debe iniciar este proceso y debe hacerlo con señales claras, atendiendo los intereses de sus ciudadanos. Por eso, son satisfactorias y acertadas las palabras del vicepresidente Astori, que llamó a “no confundir roles” y dijo que “cuando los docentes trabajan en función del interés general no pueden hacerlo en función del sindicato que integran”.
Los sectores más duros del sindicalismo en la enseñanza están metiendo palos en la rueda en un proceso en el que todos deberíamos estar tratando de empujar el carro para que pueda marchar como debe. Y eso es una falta de responsabilidad.
Es necesario dar un claro mensaje desde el ámbito político para que realmente se pueda avanzar en un asunto tan delicado como la educación. En ese sentido, se aguarda con expectativa el denominado acuerdo multipartidario y, fundamentalmente, que los lineamientos acordados comiencen a ser puestos en práctica en forma urgente.
Por otra parte, si hay algo que ha quedado demostrado con todo esto es que los problemas de la educación uruguaya no se arreglan solo con plata. Y si el gobierno actual alguna vez lo pensó así, los hechos hablan por sí mismos y evidencian la equivocación.