Paysandú, Miércoles 07 de Diciembre de 2011
Locales | 30 Nov Nina partió de una aldea cercana a Polonia cuando apenas tenía cinco años de edad, con su padre Nicolás Skalkowicz y su esposa Antonina Panko y su hermano Nicolás; aquí nació luego Margarita. Estuvo casada con Juan Parafiniuk, argentino, a quien conoció en Buenos Aires con quien tuvo a sus hijos Elena, Cristina y Jorge, tiene cinco nietos y dos bisniestos.
“Yo siempre digo que soy rusa -nos dice- porque tras la Segunda Guerra Mundial esa aldea pasó a ser de Rusia. Nosotros en realidad no vinimos directamente aquí, sino que estuvimos dos años en Campinas (Brasil) y también en Río Grande del Sur, donde mi padre hizo una casa de madera que estaba sobre un metro de altura, por las alimañas. Pero él no aguantó el calor que hacía allí, por lo que nos trasladamos a Rivera por donde entramos al Uruguay, para llegar a Paysandú cuando ya tenía 9 años. Fui a la Escuela 40 de la Colonia Pintos Viana, cerca de Guichón (Colonia Diana como se le decía entonces). Papá trabajaba en el campo porque era buen agricultor, mi madre le ayudaba y no nos faltaba nada porque plantaba verduras de todo tipo que, con el carro que hizo él mismo, salía a vender en Guichón. A pesar de la diferencia del idioma, ellos se adaptaron bastante bien”.
Sobre su experiencia al frente de “Nina Novias” nos comenta: “estuve más de doce años en el recordado Pasaje Laurenzo, pero comencé como costurera. De adolescente y como mi familia (los Panko) estaban en Buenos Aires, iba a estudiar el ‘Corte’ como se le llamaba. En esa ocasión conocí a quien luego sería mi esposo, que vino luego a Paysandú donde nos comprometimos y ya en febrero del año siguiente nos casamos, e incluso nos fuimos a vivir allá, donde nacieron Helena y Cristina. Cuando la época del peronismo y por todas las cosas que estaban pasando me hizo volver, lo que sucedió a pesar de que mi esposo trabajaba muy bien como constructor (por ejemplo fue quien hizo los altares de la iglesia de Lourdes en Buenos Aires). Vendimos todo y tras recibir un telegrama que mi madre se estaba muriendo, salimos con una visa de turistas por 15 días con un par de valijas, nada más. Aquello fue tan duro para mi esposo que durante un año prácticamente no habló nada, hasta que después se acostumbró”.
Primer aprendizaje
Nina nos comenta que “el aprendizaje lo hice en la Academia Chic Parisien, aunque le digo que ya tenía conocimientos, porque mi madre me enseñó los primeros pasos en la costura y el tejido. Por las noches mamá hilaba y yo bordaba, por lo que ya sabía mucha cosa. En Guichón trabajé quince años, buena parte de ellos en casa y luego mi padre me hizo un salón cerca del Hospital, donde cosíamos con mi hermana Margarita, quien llegó a ser directora de la Escuela Industrial, habiendo ido dos años a Montevideo para especializarse en alta costura y desde luego la enseñó en la UTU”.
En nuestra ciudad y más concretamente en el Pasaje Laurenzo, que con gran calidad constructiva, permitía cruzar desde 18 de Julio a Florida entre las calles 19 de Abril y Dr. Luis Alberto de Herrera (ex Queguay), tuvo un comercio que aún hoy es recordado: “Nina Novias”. Estuvo allí doce años, aunque también hubo un pasaje por la Galería Cernicchiaro. “Ocupé distintos locales junto a amigos que tenían comercios como Magalí, Mon Reve, Nilda Peinados (en un momento ocupé su local que era el más grande), Rincón del Bronce, Vip House, entre otros, e incluso muy cerca tenía a Andrés Sánchez --quien tomó su fotografía para esta nota--, con fotografía de sociales”.
“Eran otros tiempos y recuerdo que vestí muchísimas novias, no solamente de Paysandú sino que venían del interior departamental y hasta de Young donde tenía muy buenas clientes. Yo vendía los vestidos, llegué a alquilarlos pero muy poco, ya que acá había vestidos hechos que hacía porque los modelos me gustaban y se vendían directamente. Es más, el pago podía ser al contado o hasta en tres cuotas que yo misma daba, porque no eran tiempos de usar tarjeta de crédito. Si preferían que se lo hiciese, elegían el modelo, ya que tenía muchas revistas especializadas y así se hacía”.
Siempre actualizada
Recuerda Nina que iban en excursión a los acontecimientos que se ofrecían en Buenos Aires, “de los que participaban Andrés, Abel Ozer Ami, Germán Niell, Ana Burgos y otros amigos para actualizarnos cada uno en lo nuestro, respecto de las fiestas de boda y quince años, ¡un excelente grupo viajero! Pero le cuento que acá me conocí todas las iglesias, porque a pesar de que tenía dos buenas colaboradoras en el taller de costura, las novias querían que yo las acompañara a la boda --a veces también a la fiesta--, para asegurar cualquier detalle. Es más, se vestían en mi casa y yo las acompañaba en el coche nupcial”.
Le satisface afirmar: “tuve muchas satisfacciones y no recuerdo quejas de quienes usaban mis vestidos. Yo era muy franca y tolerante, tanto que igual estaban una o dos horas eligiendo un modelo, pidiendo sugerencias de ‘esto o aquello’. Me acuerdo que una vez desde Young vino una tía a encargar el vestido para la boda de su sobrina y su esposo -tío de la novia- quien me preguntó; ‘Nina, ¿pero el vestido va a salir igual que el modelo?’, ante lo cual decidí invitarlo que viniera cuando la joven se lo probara. Él vino y yo hice vestir a su sobrina en el probador, diciéndole con el figurín a la vista, ‘fíjese si el vestido no está igual o si tiene alguna queja’. El me contestó, ‘la verdad que la felicito porque el vestido es tal cual’, o sea que quedó plenamente conforme”.
Tras el retiro jubilatorio, “nunca más agarré la aguja y el hilo, porque además sufro de la columna, o cuando está mal el tiempo me duelen los huesos. Pero fue lindo el trabajo que me tocó hacer en la vida, además con una familia que siempre estuvo unida y me apoyó. No tengo ninguna queja de mis hijos, menos aún de Cristina (doctora y especialista en Dermatología), con la cual vivo. La pena es haber perdido a mi esposo hace ya ocho años, pero los nietos y bisnietos me brindan alegrías”.
COINCIDENCIA
A la vista, en el living de su casa, Nina tenía el fascículo “Cien años contados” de EL TELEGRAFO, publicado el viernes 25 de noviembre. En el mismo, una foto del Pasaje Laurenzo en la que se ve a don Francisco Laurenzo comentando aspectos de su obra. Nos aseguró: “¡qué hermoso lugar que era, cuánta nostalgia que me trajo este recuerdo! Como le digo, allí tuve una experiencia que fue maravillosa con mi local, ‘Nina Novias’, tal como me conocían los sanduceros”.
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