Paysandú, Miércoles 07 de Diciembre de 2011
Opinion | 01 Dic La reciente “pulseada” interna en la fuerza de gobierno respecto a la aplicación de la rebaja de dos puntos en el Impuesto al Valor Agregado (IVA) parece haber sido ganada por el vicepresidente Danilo Astori, cuyo equipo es el que lleva adelante la gestión de la economía, pero igualmente ha quedado planteada la batalla en el Parlamento dentro del oficialismo, donde ingresa el proyecto de ley para incorporar esta modificación al esquema actual.
Ello responde a la promesa electoral formulada en su momento por el Frente Amplio, pero a la que el propio presidente Mujica querría darle un sesgo “más popular”, y en realidad, transmitir hacia la tribuna que este instrumento serviría para hacer rendir más el dinero en los bolsillos de los grupos de menores ingresos.
Esta situación responde a que en la fuerza de gobierno coexisten dos tendencias abiertamente encontradas en cuanto a la conducción de la economía: por un lado el Ministerio de Economía y Finanzas, con el Ec. Fernando Lorenzo a la cabeza y sus directos colaboradores y por otro lado la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) que es un reducto del mayoritario Movimiento de Participación Popular (MPP), que aspira a darle un giro a la izquierda a la política económica, cuando muchos dirigentes sostienen que no han llegado los cambios que en su momento señaló el ex presidente Tabaré Vázquez, que iban a hacer “temblar las raíces de los árboles”.
Pero una cosa son las intenciones y las ideas y otra cosa es aterrizarlas en la realidad, cuando además hay males estructurales que ni siquiera han sido rozados, agravados por la actitud de las corporaciones de funcionarios del Estado y sectores radicales de la coalición que hacen presa de sus reclamos interesados al Poder Ejecutivo.
El caso del IVA es una típica demostración de formas diferentes de ver las cosas y hasta quizás de transmitirlas, porque también parece haber escasa comprensión dentro del gobierno sobre el propio contenido del proyecto astorista, que además en los hechos no cambia en nada el problema de la alta tributación, desde que dos puntos en 22 por ciento de un solo impuesto no es realmente significativo, y que además es muy probable que las empresas y la intermediación terminen absorbiendo esos dos puntos sin que el beneficio llegue al público.
De todas formas, si bien Astori logró que el presidente diera marcha atrás con la idea de limitar la reducción del IVA a determinados sectores --seguramente con gran complejidad en la instrumentación--, hay temas sin resolver en el corazón del equipo económico, que no tiran parejo y hay líneas de pensamiento encontradas.
Mientras por un lado la línea astorista considera la estabilidad macroeconómica y la disciplina fiscal como ejes de cualquier gestión de gobierno, ya sea de izquierda como de derecha, grupos ortodoxos de la coalición de izquierdas, incluyendo a los economistas de la OPP, apuestan a la intervención y gestión estatal y a controlar todo lo que se pueda los mercados.
Hasta ahora la bonanza internacional ha obrado como un sostén formidable para la conducción astorista, desde el punto de vista macroeconómico, y aún con las pinceladas emepepistas, pero hay quienes sostienen que es hora de cambiar de rumbo y hacerse eco de los eslóganes lanzados en la campaña electoral, arriesgando una estabilidad que tanto trabajo costó consolidar y promoviendo un aumento en el gasto público, como si éste fuera ya poco.
También el impuesto a la concentración de la tierra, la derogación de la Ley de Caducidad, el uso de las reservas para el financiamiento de infraestructura, la discusión sobre la caída de la competitividad, la situación en la enseñanza, en la agricultura y la minería, entre un sinfín de etcéteras, son parte de la cadena de desencuentros en el seno del gobierno, por razones netamente ideológicas, y eso hace errática la conducción del país. A estos golpes de timón se suma la actitud errática del Presidente, que un día dice una cosa, al otro se corrige y al tercer día lo explica su señora, la senadora Topolanski, que parece ser la única persona que entiende lo que quiso decir, pero dijo lo contrario.
Es decir que estamos ante un equivalente del Dr. Jeckyll y Mister Hyde que se va alternando en el escenario, lo que denota por lo menos improvisación sobre la marcha, que no le hace bien a un país para el que seguramente, por encima de diferencias, todos queremos lo mejor.
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