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Paysandú, Miércoles 07 de Diciembre de 2011

La carpa del circo

Opinion | 05 Dic El presidente de la República, José Mujica, vistió durante la primera jornada de instalación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), en Caracas, un uniforme del Ejército de Venezuela, según varias fotos que recorrieron el mundo a través de las principales agencias de noticias y que fue inicialmente difundida por la propia oficina de prensa del presidente Hugo Chávez.
Podría ser considerado solamente como una anécdota, pero lejos de eso está, por la investidura de Mujica. Es no solo el presidente de una nación soberana sino además el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de esa misma soberana nación, la República Oriental del Uruguay.
Y en ambas funciones, José Mujica cometió un error garrafal, porque esa imagen que parece “de entrecasa”, que parece de un encuentro de amigos donde alguien se olvidó de un abrigo y se pone el de un amigo, es la del presidente de todos los orientales. Y recorrió el mundo. Expuso ante el mundo una imagen desafortunada (para decir lo menos) de Uruguay, porque no quedan dudas que la imagen del presidente de un país es la imagen de ese país.
Podemos ser amigos del gobierno de Venezuela y de todos los venezolanos, pero juntos no significa revueltos, lo que José Mujica no tomó en consideración. Mujica directamente puso en situación de burla a todos los uruguayos y muy especialmente a sus Fuerzas Armadas de las que, como queda dicho, es el jefe máximo.
Quizás, es posible, Mujica pensó en un símbolo de unidad latinoamericana, pero --lejos de eso-- lo que logró fue instalar una carpa de circo en la Celac, donde él apareció como el protagonista del número cómico. Mujica podrá tener el discurso que prefiera, podrá hablar sobre la necesidad de la unidad latinoamericana, por ejemplo, una idea que viene desde el fondo de la historia y de los próceres que jamás pensaron siquiera en intercambiar uniformes militares. Pero lo que no puede hacer es poner en ridículo al pueblo que gobierna.
La displicencia con que este gobierno trata a las Fuerzas Armadas, que como institución merece pleno respeto, del mismo modo que quienes hayan violado los Derechos Humanos merecen el máximo castigo, llegó ahora al plano internacional. Lo triste, lo grave, es que en esa displicencia, el que se expuso al ridículo es el propio presidente de todos los orientales. Mujica se puso en ridículo, en primera instancia, pero --mucho más grave-- pasó por encima la rica historia del país, de sus instituciones y de sus símbolos. ¿O acaso el Pabellón Nacional mañana podrá ser sustituido en un acto oficial por el de cualquier otro país del mundo? Los hombres crearon los símbolos. Los hombres deben respetarlos. Empezando por los presidentes.


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