Paysandú, Domingo 11 de Diciembre de 2011
Opinion | 06 Dic Los resultados primarios del censo de población y vivienda 2011, aunque todavía incompletos, indican que Uruguay en el mejor de los casos tendría prácticamente la misma población que hace siete años, es decir con un crecimiento demográfico cero, y por lo tanto, entre otras consecuencias, deberíamos estar ante una tendencia aún mayor de envejecimiento poblacional, dado que mientras aumenta la expectativa de vida, mantenemos una baja natalidad.
No es ninguna novedad respecto a la realidad de los últimos años y décadas, pero sí indica que lejos de tender a revertirse, y por lo tanto a modificarse la relación etaria, se ha encendido una luz amarilla por la proyección de este escenario en diversos planos, tanto en el futuro mediato como en el largo plazo, fundamentalmente.
Por lo pronto un primer alerta lo lanzó la diputada Ana Lía Piñeyrúa (Unidad Nacional), ministra de Trabajo y Seguridad cuando se realizó la última reforma del sistema de seguridad social que creó las Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional (AFAP) en 1996.
“La principal preocupación es en el mediano y largo plazo. Si la tendencia se mantiene, preguntamos qué está previendo el gobierno, cuáles son los cálculos que está haciendo en función de esta tendencia”, dijo Piñeyrúa a El País, y estimó que el Instituto Nacional de Estadística (INE) se equivocó cuando hizo las proyecciones de población en base al censo de 2004.
La diputada analizó los resultados del censo nacional hasta el 2 de diciembre, con el 96% de la población del país censada (3.086.766 personas). “Esta cifra, que podría modificarse muy poco cuando se contabilice el 100% de la población, es inferior en 154.237 personas a la población censada en el año 2004, que era de 3.241.003. También es muy inferior a la población que las proyecciones intercensales estimaban habría en 2011. De hecho el INE había estimado una población total en la actualidad de 3.368.595, aproximadamente 280.000 personas más de las que realmente hay. Seguramente el INE nos explicará las razones de tan grueso error de proyección demográfica”, dijo la diputada.
Pero el problema trasciende el hecho de que el INE haya equivocado o no sus proyecciones, porque de eso precisamente se trata, de proyecciones ante una realidad que es variable y se dan circunstancias que pueden incidir. Según los cálculos de Piñeyrúa en base a los resultados primarios del censo 2011, la pérdida de 154.237 personas se distribuye entre menores de edad de 0 a 14 años (105.000 menos) y la población en edad de trabajar de entre 15 y 64 años (50.000 menos). Es decir, del total de la población de menos que hay este año respecto al 2004, el 68% es menor de edad y el 32% restante está en edad de trabajar. Solo la población mayor de 64 años aumentó: 2.253 personas, 1,5% más que en 2004.
“Estas cifras deben generarnos una doble preocupación no solo a los ciudadanos sino también al gobierno y, en especial, al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y al Banco de Previsión Social (BPS)”, afirma Piñeyrúa.
Consideró como primera preocupación la tendencia a la baja de los aportantes al sistema previsional con relación a los jubilados y pensionistas, por cuanto “el país cuenta con menos gente de la que creía para financiar las jubilaciones de quienes ya no trabajan. Este hecho nos obliga a efectuar con urgencia nuevos estudios actuariales para determinar si el sistema de seguridad social uruguayo está en condiciones de financiar la jubilación de una población cada vez menor y más envejecida o si deben hacerse reajustes al sistema para garantizar su sustentabilidad financiera en el corto y mediano plazo”, planteó.
Este es un aspecto que ya hemos planteado en más de una oportunidad desde la página editorial de EL TELEGRAFO, porque en síntesis tenemos una distribución demográfica comparable a la de cualquier país desarrollado, pero con una economía aún pobre, y ello nos plantea el desafío de generar recursos para sostener, como bien decía Piñeyrúa, un sistema social que resultará cada vez más costoso por la baja relación entre aportes y sectores pasivos, aún cuando últimamente han crecido las afiliaciones al BPS por una formalización de grupos que antes no aportaban y la coyuntura económica favorable.
Si la tendencia se mantiene, a corto y largo plazo puede volver a presentarse un deterioro importante del sistema previsional, por lo que se impone que ante esta realidad, el sistema político en su conjunto, con las propias autoridades del BPS, analicen con seriedad el escenario, con una visión de política de Estado exenta de los cortoplacismos que nos han condicionado históricamente, y evaluar alternativas para un escenario que se presenta cada vez más complicado.
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