Paysandú, Domingo 11 de Diciembre de 2011
Opinion | 10 Dic Aunque todavía en forma muy esporádica, para no ponerse en contra a los sindicatos, el gobierno está dando indicios de que debe tratarse durante la negociación colectiva de salarios el tema productividad, que no resulta extraño para el sector privado pero que concita unánime rechazo en los sindicatos de funcionarios públicos, desde que el “patrón”, que en teoría somos todos los uruguayos a través del Estado, no hace valer esta condición para que la pesada carga de producir se distribuya mejor.
Igualmente, el jefe de la Asesoría Macroeconómica del Ministerio de Economía y Finanzas, Andrés Masoller, dijo al diario El País que el gobierno busca incrementar la sofisticación de las negociaciones colectivas de forma que “se tome en cuenta la situación del sector, la economía y que los mayores aumentos de salarios estén asociados a mayor resultado económico y menores ajustes salariales en los sectores donde les está yendo mal”.
Con este fin el Poder Ejecutivo apunta a crear “algún ámbito conjunto con trabajadores y empresarios que permita tener indicadores más confiables”, un aspecto que fue criticado por los empresarios en la ronda pasada, y hará gestiones “para que trabajadores y empresarios asuman más riesgos”.
A juicio del jerarca, dado el contexto de incertidumbre global, es mejor firmar acuerdos salariales asociados a productividad y no fijos, en tanto para el ministro de Economía, Fernando Lorenzo, combinar salarios con productividad “es uno de los temas más importantes que tenemos para los próximos años”, y estimó que si los niveles de desempleo siguen bajos, “cada vez más la negociación salarial va a tener que estar alineada con la evolución de la productividad”.
Ocurre que la productividad incide directamente en la eficiencia y rentabilidad del emprendimiento de que se trate, desde que se traduce en menores costos y por ende pone el producto o el servicio a menor precio en el mercado, donde hay competencia por el consumidor y el factor precio en la ecuación es determinante.
Pero en el caso del sector estatal, la cosa cambia, desde que el régimen de trabajo light y la ausencia de un patrón tangible, desdibujado en jerarquías y burocracia que a la vez no responden más que a una pirámide en la que las exigencias son muy benignas, por decir lo menos, hacen que incluso el buen trabajador sea mal mirado por sus pares, porque resulta a la vez una especie de “ente” testigo de lo que se puede hacer con un poco más de dedicación y por ende dejando en evidencia al resto
Y como en el caso de las empresas estatales monopólicas no hay competencia que deje en evidencia esta baja productividad e ineficiencia, estos costos crecen sin límite mientras son absorbidos por los usuarios y los clientes cautivos, que pagan más caros bienes y servicios de inferior calidad, sin ninguna opción.
Cuando la empresa del Estado tiene competencia de privados, es decir sin monopolio, invariablemente quedan de relieve sus sobrecostos, que hacen que su producto sea más caro o de inferior calidad, y ello hace que la empresa privada cope el mercado. La alternativa es que la empresa estatal venda por debajo del costo, y por ende sufra pérdidas o sea subsidiada por el sector de la empresa que sí tiene el monopolio. Pero hay un aspecto aún de mayor gravitación en lo que refiere a la competitividad, porque es un elemento que nos condiciona en el mercado exterior, por cuanto mayor productividad equivale a mejorar la competitividad, al abatirse costos. Ocurre que la tendencia que se da en nuestro país es un creciente aumento de los costos en dólares, fundamentalmente debido a reajustes salariales y el precio de insumos como la energía, además de impuestos y cargas sociales, que nos están dejando fuera de competencia en el exterior, respecto a países que pagan menos salarios, producción más eficiente y a una escala muy superior a la nuestra.
El gobierno recientemente anunció que está analizando al situación de sectores de la industria con el objetivo de instrumentar posibles apoyos, de forma de contribuir a su supervivencia, y está apuntando entre otras posibilidades a la devolución de impuestos y mecanismos similares, lo que es positivo pero suena a tardío, teniendo en cuenta que varias están al borde del abismo y encima con un mundo harto complicado por la crisis europea y las eventuales consecuencias de esta situación en otros mercados.
En cualquier caso, el poner énfasis en la productividad es un paso en la dirección correcta, en todo tiempo y escenario, por lo que es pertinente buscar mecanismos que incentiven este factor, que liga la suerte del trabajador a la de la empresa, y fundamentalmente trasladarlo también al sector público para que el Estado pese menos sobre las espaldas de los sectores productivos, y se favorezca la economía al producir bienes y servicios a menor precio.
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