Paysandú, Lunes 12 de Diciembre de 2011
Locales | 06 Dic Por muy diversos motivos, la presente columna no debe permanecer indiferente ante la reciente información acerca de que fueron encontrados los despojos mortales del Maestro Julio Castro, detenido por fuerzas militares el 1º de agosto de 1977, en una unidad militar, pero por encima de todo, ante la comprobación de que fue sometido a torturas, y por la casi plena certeza de que fue ultimado mediante un disparo en el cráneo, lo cual será menester investigar para confirmarlo o desecharlo; también por la no menos incalificable actitud que significó que a su respecto se hubiera emitido información falsa sobre el destino dado a su cuerpo.
Conocí a Julio Castro cuando era yo aún adolescente, hacia marzo de 1934, en Rivera, mi ciudad natal, cuando en la frontera con Brasil actuaba uno de los centros de actividad que organizaban el movimiento subversivo que la fracción del Partido Nacional que, años después, conformó el Partido Nacional Independiente, junto al sector batllista del Partido Colorado, pugnaba por promover contra el gobierno dictatorial emanado del golpe de Estado del 31 de marzo de 1933. Dicho golpe de Estado había derrumbado la Constitución, limitado duramente importantes libertades, entre ellas la relativa a la prensa, aprisionado y desterrado a muy distinguidos compatriotas por su oposición al régimen. El intento subversivo fue, poco después, aplazado, y fue más adelante la “Revolución de enero” de 1935.
Estuve muy cerca del referido movimiento subversivo, pues mi padre, de igual nombre, integró el núcleo de quienes lucharon denodadamente para organizarlo, que fueron muchos compatriotas, y porque el lugar donde vivíamos entonces, un establecimiento rural sobre el camino fronterizo, a unos 12 kilómetros de Rivera, era centro de algunas actividades, y hasta depósito de armas y municiones.
El maestro Julio Castro, junto con otros jóvenes, entre los cuales estaba Arturo Ardao, había concurrido a Rivera cuando se acercaba la fecha, luego aplazada, para comenzar la subversión. Integraba la Agrupación Nacionalista Demócrata Social que lideraba el Dr. Carlos Quijano y que también integraban muchos inolvidables amigos.
Desde entonces mantuve excelente amistad con él, y pude obviamente apreciar su profunda convicción democrática, su principismo, su indeclinable rectitud y todo lo que su formación incidió en su actividad periodística.
Esa amistad se reforzó cuando, en 1936, me trasladé a Montevideo para iniciar en el Instituto Vázquez Acevedo los cursos preparatorios, pues poco después se creó la Agrupación de la Juventud Nacionalista Independiente, donde semanalmente un muy amplio núcleo se reunía. De allí surgió la realización en la ciudad de Durazno, en setiembre de 1937, del Primer Congreso de la Juventud Nacionalista Independiente, en el cual, lo que con más intensidad se discutió fue cuál debía ser la actitud partidaria en la próxima elección nacional del 27 de marzo de 1938: si la concurrencia o la abstención. Predominó el criterio abstención, por entenderse que no había garantías para la emisión del voto. El maestro Julio Castro pugnó en tal sentido, en lo cual coincidimos. En dicha elección fue electo Presidente de la República el Gral. Alfredo Baldomir.
Recuerdo también muy claramente que el Maestro Castro fue integrante, con Carlos Quijano y muchos otros, del conjunto de compatriotas que en 1939 creó el semanario “Marcha”, para muchos, y también para mí, inolvidable, que perduró hasta la pasada dictadura.
Muchas veces también estuvo presente como orador en actos políticos del Partido Nacional Independiente en el largo lapso durante el cual mantuvo su vinculación con él, a lo que se debe agregar que el hecho de que luego se apartara del mismo en nada incidió sobre el concepto, altísimo, y la personal estima, mantenidos invariablemente con tan estimado compatriota.
Vale decir: creo tener motivos importantes que me imponen expresar la amistad inolvidable que durante tantos años mantuve con Julio Castro, verdadero Maestro, y todo lo duro que fue para mí el conocimiento de los hechos que a su respecto se dieron desde 1977, hasta el reciente acerca de la forma, incalificable, en que fue eliminado.
Pido disculpas por lo que los conceptos emitidos tienen de personal, pero considero que expresarlos es un deber, porque lo es señalar lo que el Maestro Julio Castro fue como ciudadano, como hombre, como luchador por principios fundamentales, como docente, como formador de ciudadanos, como periodista, como amigo.
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