Opinion | 17 Dic Durante el año que finaliza el puerto de Paysandú habrá movilizado un volumen del orden de las 120.000 toneladas, es decir prácticamente el doble del total de cargas con que se había operado en 2010, y el que a la vez habrá significado un sensible incremento respecto al anterior. Ello nos da la pauta de que se ha logrado revertir un prolongado proceso de caída del transporte fluvial a partir de la terminal portuaria sanducera, a cuenta de un escenario que todos esperamos se consolide en un futuro próximo.
Un grupo de ciudadanos nucleado en la Comisión Intersectorial pro Puerto Ultramar de Paysandú (Cipup) ha desarrollado una larga lucha de 16 años en pos de esta reactivación, con suerte diversa, hasta que a partir de 2005 el anterior directorio de la Administración Nacional de Puertos (ANP) y el actual han reconocido la importancia de contar con el instrumento del transporte fluvial para la producción y han invertido en pocos años mucho más que lo que se hizo –o no se hizo-- en décadas.
Esta apuesta al futuro de la región se ha traducido en la incorporación de infraestructura y obras en el puerto que están ya cercanas a su fin, que comprenden la remodelación y refuerzo de la estructura del muelle de cabotaje, el reciclado de dos antiguas grúas, la compra de una gran grúa portacontenedores que comenzará a instalarse en febrero y el dragado del paso Almirón, como los aspectos sustanciales de una inversión que supera largamente los cinco millones de dólares.
En consonancia con esta política nacional de puertos, este año estamos en las 120.000 toneladas de cargas y el año que viene, a partir de marzo, el puerto de Paysandú estará en condiciones de mover contenedores, en complementación con puertos como el de Concepción del Uruguay, para tener una ruta de salida de ultramar en una serie de productos que hasta ahora deben buscar otras alternativas.
Y en un mundo pleno de incertidumbre, lo fundamental es contar con los instrumentos --como el transporte fluvial en este caso-- para potenciar la logística que sirva de apoyo a nuestra producción y permita el acceso fluido a los mercados, que pese a estos avatares seguramente seguirán necesitando los alimentos que estamos en condiciones de producir con notorias ventajas comparativas.