Paysandú, Jueves 22 de Diciembre de 2011

Todos unidos por Paylana

Opinion | 20 Dic Seguramente en muy pocas oportunidades los sanduceros nos encontraremos tan unidos, incluyendo autoridades departamentales, dirigentes de todos los partidos, organizaciones sociales y fuerzas vivas, como en la cruzada por el mantenimiento de la fuente laboral de Pay lana, lo que se nos plantea como uno de los grandes desafíos de los últimos años ante el perfil que ha tomado la situación de la emblemática empresa.
Hace pocos días contamos en Paysandú con la presencia de la senadora Lucía Topolansky, esposa del presidente de la República José Mujica, quien dio su espaldarazo a los trabajadores y a los sanduceros que los apoyan en el intento de reflotar la textil. Tal como expresara la senadora, Paylana es mucho más que la fuente de ocupación para las más de seiscientas familias que trabajan en ella en épocas normales, ya que tiene un efecto multiplicador formidable en la economía del departamento y la región.
Estamos nada menos que en momentos cruciales en la suerte de una de las empresas abanderada del Paysandú industrial que naciera sobre fines de la década de 1940, cuando prohombres de nuestro solar invirtieron capital y arriesgaron su patrimonio para crear las grandes fábricas que hicieron a la vez que Paysandú se hiciera conocer en todo el mundo por la calidad de sus productos.
Paylana es la última sobreviviente de las textiles uruguayas, lo que demuestra que aún cuando algunos consideran que las cosas pudieron hacerse mejor, en todo caso todas las demás desaparecieron antes, dando la pauta de lo bien que fue administrada y gerenciada la fábrica local. Pero también pone de manifiesto una realidad que rompe los ojos, y es que el escenario internacional no es propicio para este tipo de emprendimientos.
Como bien lo advirtió la propia senadora Topolansky al hacer uso de la palabra en el campamento de los trabajadores frente a la fábrica, el mercado es controlado por los gigantes asiáticos, con su producción a gran escala que opera como elemento desnivelante en la escena internacional, con una relación calidad-precio que prácticamente deja sin margen de maniobra a los competidores de otras partes del mundo.
Es claro entonces que el escenario que se presenta es completamente diferente al de hace sesenta años, cuando se fundó el establecimiento fabril. Sin embargo, aún agonizante Paylana no solo fue una fuente de empleos directos para más de 500 trabajadores en 2010, sino que en conjunto con Amor Tessuto S.A. –que elabora diseños en base a productos de Paylana—exportó por más de trece millones de dólares.
Estamos por lo tanto ante un porcentaje significativo del producto bruto del departamento y reciclaje de dinero en la plaza sanducera, por lo que debería ser un factor de peso en las decisiones de quienes estén negociando la suerte de la textil sanducera, en este caso el Banco de la República, principal acreedor.
Asimismo, desde hace tiempo los trabajadores están considerando la firme posibilidad de obtener el traspaso de la fábrica para su gestión en la modalidad cooperativa, y si bien la senadora Topolansky dijo que “el Banco de la República no le va a cobrar las cuentas de Soloducho a los trabajadores”, mencionó que una posibilidad de apoyo crediticio podría instrumentarse a través del Fondes (fondo de desarrollo en base a las ganancias del BROU).
Los sanduceros no podemos darnos el lujo de perder Paylana, en un trance dramático luego de décadas en que se ha debatido en una lucha desigual en los mercados saturados por la producción asiática, sobre todo de China. Pero no se ha tratado solo de factores externos, sino que lamentablemente más allá de créditos puente para seguir operando y sortear dificultades temporales, Uruguay sigue siendo un país caro para la industria, en especial la que ocupa mucha mano de obra, lo que se ha agravado últimamente por la relación cambiaria y la incertidumbre en el escenario internacional.
Quien no perciba este aspecto no vive en el Uruguay o desconoce por completo la realidad en la que nos desenvolvemos.
Es por lo tanto aún más importante la defensa de los puestos de trabajo, con el gobierno nacional haciendo todo lo que esté a su alcance para rescatar a la emblemática empresa sanducera, donde está en juego nada menos que la incorporación de valor agregado en una industria tradicional, que procesa materia prima nacional, que genera riqueza genuina que se multiplica dentro de fronteras y que es símbolo de una sociedad que cree en el trabajo y el esfuerzo propio para labrarse un porvenir.


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