Paysandú, Jueves 22 de Diciembre de 2011
Opinion | 21 Dic Es una buena noticia que a partir de la coyuntura favorable de nuestra economía, que se sostiene desde mediados de la década anterior, haya aumentado significativamente el número de aportantes al Banco de Previsión Social (BPS). Hoy tiene el mayor número de afiliados desde que fue creado, con un millón cuatrocientos mil personas integradas al sistema, las que también naturalmente, en un alto porcentaje, tributan a las Administradoras de Fondos de Ahorros Provisionales (AFAP). Positivo, porque el que haya más personas en el circuito formal implica que hay más aportes a la seguridad social pero al mismo tiempo más trabajadores tienen cobertura en materia social, lo que no es poca cosa sobre todo a medida que se avanza en la edad, porque generalmente cuando se es joven se tiende a pensar que hay cosas que a uno nunca le van a tocar.
A partir del censo de población y vivienda realizado desde setiembre de este año y que todavía se está encarando ante un porcentaje que resta por relevar, el presidente José Mujica se ha encargado de hacer sonar la señal de alarma respecto al envejecimiento poblacional del Uruguay y de que la población se ha estabilizado respecto al censo de 2004. Ello es indicativo de que tenemos problemas adicionales a un escenario ya de por sí complicado si tenemos en cuenta que hay más pasivos o personas que se aproximan a la edad de jubilarse, y que para solventar sus prestaciones deberán volcarse crecientes recursos.
Además, salvo en el caso de las AFAP, que se crearon por la reforma de la seguridad social de 1996, los actuales trabajadores aportan para pagarle a los que se han jubilado recientemente o se van a acoger a este beneficio. Hay un desfasaje de recursos, porque se depende de los aportes que pueda efectuar en determinado período la fuerza laboral y no de lo que aportaron quienes hoy pretenden gozar de los aportes que han vertido, los que en realidad han ido a pagar las pasividades anteriores.
En este contexto de envejecimiento poblacional, que es una tendencia que aparece como irreversible en todo el mundo, sobre todo en los países desarrollados que tienen una distribución etaria similar a la de Uruguay, el Dr. Rodolfo Saldain, ex presidente del Banco de Previsión Social e integrante de su directorio por más de una década, declaró al diario El País que “a mediano plazo es inexorable un aumento en la edad de jubilación”, es decir seguir la tendencia que se está dando en los países europeos, donde el estado de bienestar apoyado en los generosos sistemas sociales se está desmoronando por efecto de la crisis y de la realidad demográfica.
En estas naciones, ya la edad de jubilación se está situando en los 65 años y en algunas naciones aún por encima de esa edad, a la vez de promoverse estímulos para ir postergando la edad de retiro, mientras en Uruguay el mínimo se mantiene en los 60 años tanto para hombres como para mujeres, luego que hasta 1996 fuera en este último caso de 55.
El punto es conciliar los esquemas de seguridad social y previsionales con los recursos que se generan, y es así que la crisis de la zona euro fundamentalmente ha precipitado medidas que se habían dilatado pero que se sabía que inexorablemente se iba a tener que adoptar, como indica a la vez Saldain que deberá darse en nuestro país.
No se trata de ningún descubrimiento, por supuesto, sino que responde a las circunstancias de los tiempos, aunque en el caso del Uruguay, pese al envejecimiento poblacional, el hecho de que el BPS haya mejorado su nivel de afiliación no es un hecho menor, puesto que implica una mayor base de recaudación para pagar las actuales pasividades.
Es decir que estamos viviendo un presente mejor, en este caso porque por efectos de una mejor fiscalización y de una bonanza económica que ha aparejado mayor regularización, hemos mejorado el promedio de activos por cada pasivo: actualmente es de 2,65, cuando en 2003 era de solo 1,80, y por ende se requerían más recursos de Rentas Generales para el BPS.
Ahora, el tema de fondo no es cuantos somos hoy en la relación activo-pasivo, por más que haya mejorado sensiblemente, sino cuanto tiene de sustentable, y este es el cuello de botella de nuestro esquema, porque de los nuevos cotizantes del BPS, un alto porcentaje corresponde a personas que han comenzado a aportar hace poco tiempo, en andas de una mejora del nivel de empleo por la coyuntura favorable de la economía.
En su gran mayoría, además, estas incorporaciones son de empleo de baja calidad y peor aún, precarios, que pueden desaparecer así nomás si sobreviene una crisis o un estancamiento de la economía.
Y este es precisamente el desafío, el generar condiciones para consolidar esta mejora del empleo, lo que no solo favorecerá a miles y miles de familias de trabajadores, sino también a nuestro sistema de seguridad social, a nuestros futuros pasivos.
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