Paysandú, Domingo 25 de Diciembre de 2011
Opinion | 22 Dic Una nueva cumbre del Mercosur signada por algunos elementos nuevos en este escenario regional, como el tema de la “solidaridad” con Argentina por la recalada de buques británicos en puertos uruguayos y de la región, no alcanza a disimular los problemas intrínsicos del bloque, como es el bilateralismo argentino-brasileño, la eterna discusión e intentos liderados por el gobierno de Mujica para que Venezuela ingrese como socio de pleno derecho al Mercosur.
Ahora, con la excusa de la incertidumbre internacional ante los sucesos en Europa, Argentina propuso --y lo logró-- aumentar el Arancel Externo Común (AEC) del Mercosur. “Fijemos las prioridades: que la crisis externa no nos termine contagiando por motivos internos del Mercosur”, advirtió el canciller Héctor Timerman.
Por su parte, el diario argentino Clarín informó que los cancilleres de Argentina y Brasil, por un lado, y de Uruguay y Paraguay, por otro, mantuvieron una tensa reunión vinculada con el pedido de los socios mayores para subir el arancel externo (AEC), por cuanto hay posiciones encontradas sobre el particular, y no es un problema baladí, por cierto.
Los gobiernos de Cristina Fernández y Dilma Rousseff impulsan el incremento del nivel de protección del bloque contra las importaciones provenientes de Asia y para ello plantearon que la tarifa común del bloque, en promedio del 14%, sea elevada con el acuerdo de los socios más chicos.
El pedido de Brasil y Argentina, negociado primero entre Fernández y Rousseff hace un par de semanas en una reunión bilateral, va atado así a los históricos reclamos de Uruguay y Paraguay, que tienen dificultades para el ingreso a los mercados con sus productos. Las quejas provienen de Uruguay, cuyos industriales se sienten perjudicados por las Licencias No Automáticas de Importación de Argentina, pero el tema no para ahí, porque es notorio que en su bilateralismo que se ha manifestado desde el comienzo de la puesta en funcionamiento del bloque, los dos grandes tratan de utilizar la alianza como mercado exclusivo para sus productos industrializados, y a la vez incorporar aranceles lo más altos posibles para los que provienen de fuera del bloque, como una forma de proteccionismo.
En ese marco, la ministra de Industria de Argentina, Débora Giorgi, propuso “un Mercosur más industrial” en esta cumbre de Montevideo y “sustituir manufacturas que la región importa actualmente de extra zona” mediante el fortalecimiento de las cadenas productivas entre los países miembros. “Debemos incrementar el comercio intrarregional al interior de Latinoamérica con el objetivo de incorporar parte de los U$S 460.000 millones en manufacturas que la región importó en 2010 y de ese modo impulsar la producción y, en consecuencia, la generación de empleo en toda América Latina”, propuso Giorgi.
Pero del dicho al hecho hay un largo trecho, y esas “cadenas productivas” hasta ahora han brillado por su ausencia, en un mar de trabas que provienen desde los propios países integrantes del bloque, desde que cada sector que se siente perjudicado reclama y las más de las veces es escuchado por su gobierno, para de alguna forma entorpecer el ingreso de productos de sus propios socios de la región que le hagan competencia, con o sin teóricas cadenas productivas.
El Mercosur, más allá de sus problemas de trabas comerciales internas y consideraciones políticas, todavía no ha ensayado ninguna acción valedera para interactuar con otros bloques, porque sobre todo Brasil, en su afán de jugar en la cancha de los países “emergentes” (que integran el BRIC: Brasil, Rusia, India y China), apuesta a fortalecer su liderazgo hegemónico en Latinoamérica mientras negocia sólo con los grandes mercados mundiales.
Como bien señaló el reputado periodista Andrés Oppenheimer en declaraciones a El País tras disertar en un almuerzo en la Unión de Exportadores del Uruguay, “el Mercosur tiene que insertarse en un bloque mayor; fue una excelente idea y es un bloque necesario. Hoy el mundo está dividido en grandes bloques comerciales: uno el grupo de Estados Unidos, otro el de China (con India y Asia), y otro el de la Europa ampliada. Si el Mercosur no se inserta en uno de esos tres, corre el riesgo de convertirse en un club de pobres. Al Mercosur le conviene fortalecerse internamente para entrar a otros bloques”.
Parafraseando en alguna medida al periodista internacional, debemos señalar que en realidad el Mercosur no corre el riesgo de convertirse en un Club de Pobres, sino en un club de dos países pobres –Uruguay y Paraguay— y dos que tienen la pretensión de jugar solos, que son Argentina y Brasil, pero sobre todo este último, y este es el problema principal que ha obstaculizado la firma de acuerdos de bloque a bloque, a la vez de trabar los intentos de suscribir tratados de libre comercio bilaterales por los socios menores.
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