Paysandú, Miércoles 04 de Enero de 2012

Sexta economía mundial, pero...

Opinion | 02 Ene Recientemente, de acuerdo a un estudio de previsiones del Centro de Investigaciones Económicas (CEBR), Brasil ha pasado a ser la sexta economía mundial, desplazando de este lugar a Gran Bretaña, por lo que el vecino país sigue a Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia en el ranking internacional de potencias económicas, lo que es especialmente relevante si tenemos en cuenta que es un país de los denominados emergentes.
Para Uruguay es tan o más importante aún el hecho de que se trata de un país vecino, con el que tenemos un importante intercambio comercial y junto al cual integramos el mismo bloque regional, aunque entre los papeles y la realidad en este caso hay diferencias significativas en cuanto a nuestras perspectivas y participación.
Ahora, una cosa es tener el sexto Producto Bruto Interno (PBI) del mundo, que es el que pone de relieve el tamaño de la economía, y otra el lugar que realmente ocupa una nación en cuanto a su desarrollo, su tecnología, la distribución de la riqueza, educación, infraestructura, entre otros aspectos inherentes a la condición de superpotencia.
Es así que pese a que en la nación norteña hubo festejos por haber alcanzado este puesto, los propios expertos brasileños han advertido que mucha de esta distinción tiene que ver con la especial coyuntura económica mundial, sobre todo el declive europeo, y la consecuente relativa sustentabilidad de esta posición histórica de la economía brasileña. Las proyecciones indican que recién en unos veinte años –de mantenerse las actuales tendencias-- Brasil podría alcanzar los niveles de vida europeos, con grandes desafíos por delante por una gran desigualdad en la distribución de la riqueza e índices educativos poco favorables en las comparaciones.
El profesor de Administración de la Fundación Getulio Vargas, Ricardo Texeira, dijo que “desde el punto de vista psicológico, esta es una victoria de fin de año fuera de serie, fantástica. Pero no solo Brasil contribuyó a ello, la coyuntura mundial y principalmente la europea también contribuyeron”.
Este es el punto, desde que pese a este sexto puesto, el PBI per cápita y el nivel de vida de los brasileños en general está muy por detrás de los europeos y los estadounidenses o cualquier país del primer mundo. Es así que la nación brasileña cierra el 2011 con un Producto de 2,5 billones de dólares, contra 2,8 de Francia, que está en el quinto lugar. Pero el PBI por habitante brasileño es de unos 12.900 dólares, contra 44.000 de Francia y 48.100 de Estados Unidos, es decir que ganan más del triple en promedio.
Tanto es así, que una simulación realizada por la agencia de calificación de riesgo brasileño Austin Rating indica que en un escenario de crecimiento optimista, del orden del 6,5 por ciento anual, el Producto Bruto por habitante de Brasil recién alcanzaría al de Gran Bretaña en 2028. Para empezar, nuestros vecinos tienen entre sus desafíos mejorar sensiblemente la educación y abatir los índices de analfabetismo, desarrollar su infraestructura, mejorar la salud pública y erradicar los niveles de pobreza, la que afecta a casi el diez por ciento de los 190 millones de brasileños.
Ahora, además de las flaquezas y desafíos internos, debe tenerse presente que el crecimiento de la economía brasileña ha tenido lugar en un escenario muy favorable para sus productos de exportación, sobre todos los commodities, que le permiten pisar fuerte en ámbitos donde anteriormente penaba por precios insuficientes y escaso aporte de valor agregado.
Para este salto, como el de varios países latinoamericanos --incluido Uruguay-- y productores de materias primas de otros lugares del mundo, ha contribuido la gran demanda de China y la crisis europea que ha deprimido la performance de las economías de sus países, como también de Japón.
Asimismo, está pendiente el desafío de la sustentabilidad de este comportamiento, porque si bien China ha obrado como sostén de la demanda, de mantenerse la crisis en Europa también el gigante asiático está en riesgo de sufrir las consecuencias y por ende sus compras a los países productores declinaría, con el consecuente reacomodo de las economías. Pero más allá de los ranking y perspectivas en el corto, mediano y plazo, lo que realmente importa es cómo se manifiesta el crecimiento en cada país, el que debe hacerse sobre la base del desarrollo sustentable y no solo sobre coyunturas, que son incertidumbre y pan para hoy y hambre para mañana.
De ahí que debe ponerse énfasis por Brasil, como así también por otras naciones sudamericanas y en especial las fuertemente dependientes de ese país, como es el caso de Uruguay, en seguir atrayendo inversiones para mejorar infraestructuras, apuntar a la incorporación de valor agregado, a la educación y la tecnificación, al desarrollo científico y del conocimiento propios, a reducir asimetrías internas, a propiciar la descentralización y el desarrollo logístico, a mejorar los servicios públicos y reducir la presión tributaria, solo por mencionar algunos aspectos que nos permitirán dar el salto de calidad que tenemos pendiente.


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