Paysandú, Miércoles 04 de Enero de 2012
Opinion | 04 Ene Se cumplirán en 2012 treinta años de la invasión argentina a las Islas Malvinas (Falange Islandés), decidida y llevada a cabo por el último gobierno militar argentino. Hace un par de días, Argentina reiteró su reclamo de soberanía en las islas Malvinas y llamó al Reino Unido a negociar el diferendo.
El gobierno argentino “reafirma una vez más los imprescriptibles derechos de soberanía de Argentina sobre las Islas Malvinas, Georgia del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, que son parte integrante de su territorio nacional”, señaló un comunicado de la cancillería del vecino país.
Curiosamente, la historia parece condenada a repetirse, aunque es de esperar que esta vez no haya derramamiento de sangre como en la guerra de las Malvinas en la que perdieron la vida casi 700 argentinos y más de 200 británicos.
La presidenta Cristina describe a la Argentina como el país de la prosperidad y felicidad. Entonces, hay que preguntarse por qué el tarifado, las prohibiciones de importar, de comprar dólares, de girar utilidades al exterior y demás medidas que reflejan un serio problema en el sector externo de la economía.
Ese mundo imaginario que describe Cristina choca contra una realidad incontrastable, como lo es que el famoso modelo se cae a pedazos porque la economía mundial ya no les brinda tanto viento de cola como en todos estos años. Lo más claro, es que los salarios nominales subirán menos que las tarifas de los servicios públicos y la inflación.
Esto es, vientos de conflicto soplan en el vecino país. Una vez más, todo parece indicar que se impulsa un escenario de confrontación con un Estado extranjero usurpador, para unir a toda la nación, y distraer así la atención a los problemas internos. El conflicto por las islas Malvinas parece ideal una vez más, de la misma forma que alguna vez lo fue un Mundial de Fútbol.
Si bien es cierto que el reclamo de Argentina se repite cada 3 de enero, fecha en la que en 1833 las tropas británicas desembarcaron en las islas del Atlántico sur, esta vez hay un entorno diferente, pues los países del Mercosur con costas marítimas decidieron impedir que barcos que enarbolen “la bandera ilegal” de Malvinas ingresen en sus puertos.
En otra oportunidad habrá que referirse a la libre determinación de los pueblos y al hecho de que los felpees son británicos porque quieren serlo en primer lugar, pero aprovechando el reclamo argentino, quizás Uruguay podría unirse y hacer el mismo reclamo a Brasil --y hasta Porto Alegre no paramos-- o Paraguay uno idéntico a Argentina por el territorio con el que se quedó, tras la guerra de la Triple Alianza. Y otros países del continente también tendrían para reclamar la devolución de territorios ocupados.
Así hayan pasado siglos. Al menos, esa es la postura argentina.
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