Paysandú, Sábado 07 de Enero de 2012
Opinion | 06 Ene La recaudación de la Dirección Nacional de Casinos del Estado batió récords al alcanzar los 223 millones de dólares en treinta y dos casinos en todo el país, tanto salas con slots como con juegos de mesa.
El récord fue destacado por las autoridades de Casinos, señalando los aportes a diferentes organismos que se benefician con los ingresos, entre ellos el Instituto Nacional de Alimentación (INDA) y al mismo tiempo que Rentas Generales recibirá la jugosa suma de ochenta millones de dólares.
No obstante, no parece algo para celebrar que un país tenga récord de apuestas en los casinos. Por el contrario, deberíamos estar saludando logros productivos, aumento de exportaciones, descenso de importaciones, una balanza comercial saneada, en lugar de tener que resaltar --porque de hecho es un récord-- que los uruguayos cada vez destinamos más dinero a apostar en los casinos. Sin dudas, hay que tener en cuenta que una parte de quienes llegan en plan de turismo concurren asiduamente a los mismos, y eso hace que la cifra de apuestas aumente considerablemente.
Pero no se puede desconocer que el uruguayo medio también apuesta y cada vez se siente más tentado a jugar su suerte en las “maquinitas” o slots. Habría que preguntarse de la oportunidad de tener un casino frente al banco que habitualmente es el agente de pago de asalariados y jubilados, como ocurre en Paysandú.
Las historias, leyendas urbanas o como se las quiera llamar, de quienes han cruzado con el pago de un mes de trabajo o de pasividad y a las pocas horas han salido sin dinero y con un estado de angustia crónico, se repiten sin cesar. Y como cuando el río suena agua trae, es indudable que al menos parcialmente eso es verdad.
No es culpa obviamente de la oferta del casino sino de los apostadores, pero no puede desconocerse que la oportunidad, la ilusión del dinero fácil está en todos, aunque en el fondo sepamos que en los juegos de azar siempre ganan los administradores y no los apostadores.
También es cierto que Casinos tiene un Programa de Prevención y Tratamiento del Juego Patológico, uno de cuyos centros de atención funciona en nuestro Hospital Escuela del Litoral. Por tanto, no es la intención atacar a Casinos ni pedir su cierre. Pero si debería encararse por parte del Estado una política seria y sostenida para desanimar apostadores, del mismo modo que se intenta desanimar a los fumadores, con terroríficas imágenes en las cajillas de cigarrillos.
La ludopatía es una enfermedad que mucho daño le hace a la sociedad, en especial a los que menos tienen y más se aferran a la esperanza de cambiar su vida con un golpe de suerte en las apuestas. Corresponde al Estado encarar políticas de fondo, antes que destacar superficialmente el hecho de que en Uruguay cada vez se apuesta más en los casinos de todo el país.
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