Paysandú, Sábado 07 de Enero de 2012
Opinion | 07 Ene La población de todo el país ha seguido entre sorprendida y disgustada, seguramente, las instancias del conflicto surgido en la Fundación Peluffo Giguens, conocida en todo el país y muy bien conceptuada, por cierto, desde que aborda de manera muy dedicada la problemática del tratamiento de los niños con cáncer, en forma paralela y en apoyo a las acciones que se desarrollan a través de la red de salud pública y privada en esta área.
En este caso, las serias disidencias entre el cuerpo médico y la Comisión Directiva de la fundación tuvo su manifestación crítica con el despido del jefe de los servicios médicos, Dr. Ney Castillo, a quien respaldaron a la vez todo el cuerpo médico y los padres de los niños en tratamiento.
Tras una serie de reproches y acusaciones mutuas a través de los medios de difusión, mediante una mediación se logró en las últimas horas que fuera restituido en su cargo el Dr. Castillo, quien junto a los médicos a la vez pedía la renuncia del presidente de la fundación, Dr. Jorge Bartesaghi, que son las cabezas visibles notoriamente enfrentadas en el seno de la entidad.
No hace falta hilar muy fino para asumir que estos desencuentros en una institución que realiza una prolífica tarea nada menos que en apoyo a los niños con cáncer no le hace ningún bien a la fundación, que se nutre de los recursos que se aportan a través de empresas y personas solidarias que procuran que se atienda de la mejor forma posible a los niños.
De acuerdo a lo que ha trascendido, todo indica que entre los médicos y los directivos hay desencuentros que pasan en primer lugar por confusión de roles entre lo técnico y lo administrativo, que deben coordinarse de la mejor forma posible para precisamente cumplir con los fines de la fundación. Para ello ésta tiene sus estatutos, que determinan que hay una comisión directiva no médica, que se integra en forma distinta a la de una asociación, por ejemplo, que tiene otros estatutos, una asamblea de socios y una delegación de su soberanía en quienes los representan en el Consejo Directivo. Por lo tanto el cuerpo médico en realidad es integrado por empleados de la fundación, en la que prestan servicios a cambio de determinada remuneración, en este caso en coordinación y complementación con ASSE, por lo que la cosa no debería estar planteada directamente en los términos que se han manejado, en el sentido de que la dirección no tiene en cuenta a los médicos.
No debería ser así, naturalmente, porque los técnicos son quienes deberían saber mejor cuales son las necesidades y prioridades, pero ello no quiere decir necesariamente que deban pretender sustituir en las decisiones a los directivos, por cuanto se trataría de un “golpe de estado” y violación estatutaria dentro de la institución.
Es decir que las soluciones deben buscarse, por el bien de los destinatarios de los desvelos, que son los niños con cáncer, en un marco de respeto mutuo y de las competencias correspondientes, elevando las miras y dejando de lado personalismos y celos en cuanto a parcelas de poder, para hacer cada uno lo que debe hacer para que haya cada vez menos niños con cáncer en el Uruguay y menos morbimortalidad por esta causa.
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