Paysandú, Domingo 08 de Enero de 2012
Opinion | 02 Ene En las noticias siempre se puede leer de la muerte de tal o cual personalidad, de grandes líderes, de feroces criminales. Raramente, en cambio, los periodistas reportan de la muerte de sus colegas. Y muchos de ellos mueren año a año por el simple hecho de cumplir con su misión allí donde son enviados.
Más de cien periodistas de primera línea fallecieron en 2011 (106 para ser exactos, según lo informó la Federación Internacional de Periodistas). Murieron trabajando en zonas de conflicto o víctimas de los asesinatos selectivos de grupos de presión o criminales a los que les molesta que se difunda la verdad. Además, otros veinte fallecieron cubriendo accidentes o desastres naturales.
Hay una creciente violencia contra los periodistas en todo el mundo. Muchos no pierden la vida, pero sufren todo tipo de presiones, desde las más simples como criticar la publicación de tal o cual noticia hasta directas presiones hacia los medios en que trabajan para cancelar sus contratos. No hay un solo país donde los periodistas no sufran presiones. Publicar la verdad conocida no es precisamente lo que a determinados grupos de poder les interesa. Ni siquiera los gobiernos están interesados --aunque lo declaren una y otra vez-- en garantizar el libre ejercicio del periodismo.
En América Latina, asesinatos, amenazas, acoso, leyes restrictivas, demandas, censura, cierres, multas millonarias y arbitrariedades en el reparto publicitario ensombrecen el panorama de la libertad de prensa y del trabajo de los periodistas.
El crimen organizado es señalado como el mayor, aunque no el único, generador de la violencia que sufren los periodistas latinoamericanos, pero además los poderes legalmente constituidos son denunciados por acosar a los medios.
El denominado “cuarto poder” casi siempre le es incómodo al “primero”, el político. En Ecuador y Venezuela ha habido casos sonados, como la demanda del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, al diario El Universo o las medidas del gobierno del presidente venezolano, Hugo Chávez, contra Radio Caracas Televisión o Globovisión. En Argentina, la ley que regula el papel de la prensa o la ocupación de Cablevisión son también claros ejemplos de presión estatal.
Sin embargo, el país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo en la región es México, un país en jaque por la violencia generada por los carteles de la droga y su lucha contra las fuerzas de seguridad. Al menos una docena de periodistas fueron asesinados en México el año que acaba de concluir. Brasil y Honduras, con seis asesinatos de comunicadores cada uno en 2011, y Perú, con tres, ocupan lugares destacados en la lista negra.
En todo el mundo, la violencia es el principal enemigo de los periodistas, porque su arma --la información-- es letal, pero en realidad callar a un periodista no es callar la verdad. Lamentablemente, muchos periodistas mueren año a año para probarlo.
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