Paysandú, Domingo 15 de Enero de 2012
Opinion | 12 Ene La sequía que ya afecta varias zonas del país, con preeminencia en el Litoral, ha puesto nuevamente sobre el tapete la importancia de contar con reservas de agua y alternativas que permitan respuestas al déficit hídrico en actividades agropecuarias especialmente dependientes de este abastecimiento, lo que como en todos los casos, conlleva el desafío de abordar inversiones con una tasa de retorno no siempre rentable en el corto y hasta en el mediano plazo.
En reciente simposio, los técnicos en general coincidieron en que en nuestro país, y más precisamente en la región del sudeste de América del Sur, se han verificado en las últimas décadas tendencias climáticas que cualitativamente coinciden con las proyectadas por los modelos en los escenarios climáticos de largo plazo.
Los vaivenes del clima no son cosa nueva, y la alternancia de períodos de lluvias excesivas y sequías ha sido una constante en la región y en Uruguay, donde además no hay una cultura tradicional de riego a gran escala. En cambio sí existe esta apuesta en emprendimientos de carácter intensivo, sobre todo hortifrutícola, y últimamente en cultivos extensivos como el arroz, con vistas a la exportación, que tienen alta demanda de agua.
La variabilidad climática, que conlleva una gran imprevisibilidad en cuanto a la disponibilidad de agua en las implantaciones del carácter que sea, es en buena medida un elemento disuasivo para las inversiones en obras de riego, debido a que no se tiene la misma capacidad de retorno que el que se da por ejemplo en países donde existe la época de lluvias y la de sequía sin mayores alternativas, y que por lo tanto, pese al déficit, tienen un alto grado de previsibilidad.
Las previsiones de escenarios de largo plazo sugieren además que la magnitud de dicha variabilidad interanual puede aumentar a largo plazo, lo que implica un desafío adicional para adoptar una estrategia integral de gestión de riesgos, y que debe contar previamente con la identificación de oportunidades y vulnerabilidades, reducir incertidumbres, identificar tecnologías que reduzcan el riesgo y políticas que ayuden a diferir y/o mitigar el efecto de eventos desfavorables.
Es que pese a que estadísticamente nuestro país tiene un clima templado y húmedo, hay parámetros extremos que se dan frecuentemente, que refuerzan la necesitad de contar con reservas de agua para riego, teniendo en cuenta además que el desarrollo de cultivos agrícolas, la forestación y la alimentación a forraje implican una presión creciente sobre la disponibilidad de agua en los suelos, y que no puede dependerse exclusivamente de los avatares meteorológicos cuando está en juego la suerte de los emprendimientos y el propio sustento económico del país.
El ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Tabaré Aguerre, anunció en los últimos días que esta secretaría de Estado y la Dirección General de la Granja firmaron un acuerdo con empresas para desarrollar estudios de factibilidad técnica en tres obras de riego. La fase de estudio se realizará en un período de cuatro meses, para luego proseguir con las inversiones necesarias para la implementación, con financiamiento del Fondo de Promoción de Inversiones de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP).
Fundamentalmente el destino de estos proyectos es el de producciones de arroz y hortifrutícolas en el anillo suroeste del país, pero el ministro reafirmó que el cuidado del agua y la adaptación al cambio climático son prioridades estratégicas de su administración, y recordó que luego de la grave sequía de 2008, al año siguiente se promovió la idea de generar mecanismos de riego, incluyendo en los secanos y el trigo en invierno.
Adelantó además que existen en total más de dos mil proyectos de riego aprobados para ejecutar, de los cuales en diciembre comenzaron a desarrollarse 747.
Es un escenario mucho mejor que el que teníamos hace algunos años, pero debe tenerse presente, como bien sostuvo el ministro, que no se puede invertir en regar cualquier cosa, lo que sabe además todo empresario que conoce la magnitud de las inversiones necesarias y como debe evaluarse la relación costo - beneficio.
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