Paysandú, Martes 17 de Enero de 2012
Opinion | 14 Ene Parece que al final los uruguayos nos estancamos demográficamente pero no tanto, porque mientras desde un principio hasta el propio presidente de la República, José Mujica, manejó que habíamos bajado la población respecto al último censo, realizado en 2004, luego se mencionó que esta información no respondía a la realidad pues no era oficial. Empero hace pocas horas se dieron a conocer las que deberían ser cifras finales del censo, sujetas a reajuste, según las cuales somos unos 10.000 más que entonces.
Pero corresponde perfectamente la pregunta de si realmente es así. Porque este censo de 2011 se llevó todas las palmas en cuanto a desprolijidad --acompañada de mayores costos--, al punto que cabe extender un más que razonable margen de duda sobre las cifras reales del relevamiento de población y vivienda.
Por lo pronto el Instituto Nacional de Estadística (INE) dio cuenta el jueves que en Uruguay tenemos 3.251.526 habitantes. Mujica dijo hace pocas semanas que el censo “arrojará una triste noticia porque Uruguay tendrá menos población”, pero seguramente el mandatario había tenido acceso a datos incompletos que se le habían soplado apresuradamente. En setiembre, el “mes del censo”, no fue posible terminar el relevamiento de todo el país, como estaba previsto, pero tampoco se pudo en octubre y noviembre, al fin de cuentas, porque a mediados de diciembre, cuando el INE apenas contaba con una plantilla de 200 voluntarios, el organismo decidió agilizar los trámites realizando a los entrevistados solo cuatro preguntas y recogiendo los datos en planillas de papel, en lugar de los dispositivos electrónicos, para terminar de censar a cerca de 50.000 hogares.
Surge entonces la pregunta inmediata de si realmente se terminaron de censar estos supuestos 50.000 hogares pendientes, distribuidos en todo el país, o si se actuó --como todo parece indicar-- de la misma forma desprolija en que empezó y terminó el censo, porque a uno de cada diez sanduceros dos por tres le salta la novedad de que “en casa no me censaron, y al vecino tampoco”. En las radios y medios de prensa de todo el país permanentemente se reciben denuncias que indican que no solo no se les censó, sino que llamaron al INE y dejaron un número de contacto al que nunca se devolvió la llamada ni tampoco se fue a visitar el lugar correspondiente para obtener los datos.
Con un antecedente tan triste como éste, habría que ver cómo fue posible que algo tan sencillo como un censo, del cual existe todo tipo de experiencias exitosas en Uruguay y el mundo, pudo haber sido complicado de tal manera que resulte en un fracaso así. Quizás la respuesta esté en la necesidad del Estado de saber absolutamente todo de todos los ciudadanos –¡que no se escape nada!—que llevó a que ahora no sepamos con certeza ni siquiera cuántos somos.
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