Paysandú, Martes 17 de Enero de 2012
Opinion | 16 Ene Los recientes hechos ocurridos en perjuicio de parte del patrimonio histórico sanducero pone una vez más de relieve que nos dedicamos a los temas urgentes pero dejamos de lado los importantes.
Basta pensar cuanto tiempo estuvo la pistola de chispa que usó Lavalleja en el Museo Histórico mientras éste era sometido a reformas. Esa pieza y muchas otras. O recordar que la espada de Leandro Gómez o la bandera que le hizo frente a las balas brasileñas durante la Defensa estaban al alcance de cualquier ladronzuelo en el Mausoleo, sin otra protección que la de un funcionario municipal cuya función es la de guía.
Tenemos un rico patrimonio, pero también una confianza ciega en que nada anormal ocurrirá, pese a que nos han robado de todo, incluido el Monumento a la Madre o la estatuilla de San Benito. Es esa confianza, o ese dejar para mañana porque será importante custodiar el patrimonio histórico pero es urgente callar las voces que se levantan por los pozos en las calles o tantos otros dramas cotidianos, nos deja en clara desventaja.
No ocurre solamente en Paysandú, eso es claro. El rico patrimonio uruguayo que está recogido en nuestros museos no está debidamente protegido, ni contra vándalos ni contra la acción del paso del tiempo. Todo está a la vista, todo está al alcance, y durante su tiempo de apertura, no hay guardias, como es normal en los grandes museos del mundo. Quizás el verdadero problema empiece en el hecho de que todo “tiene” que ser gratis y que nuestra sociedad no parece dispuesta a pagar una entrada para recorrer un museo. Claro, esos mismos uruguayos (y sanduceros) pagan sin chistar en los museos del mundo que visitan en sus viajes al exterior. Allá si, acá no.
Eso hace que el presupuesto necesario para mantener, agregarle patrimonio y aumentar la seguridad interna deba salir del destinado, por ejemplo, a Cultura, que de por sí es más que exiguo.
Hay que cambiar los criterios desde la base. Es tiempo de recomponer en su totalidad la estructura de los museos de la ciudad, darle relevancia real porque la tienen, realizar exposiciones temáticas periódicas, efectuar intercambios con otros museos, crear ciclos de conferencias y de conciertos. Y establecer el cobro de una entrada, módica sin dudas, que permita al menos parcialmente financiar en primer lugar la seguridad electrónica y la brindada por guardias y posteriormente establecer un fondo que permita comprar piezas de relevancia histórica que la comunidad no puede darse el lujo que caigan en manos de coleccionistas privados.
La sociedad debe cambiar radicalmente el concepto que tiene sobre los museos. Son lo más parecido a la máquina del tiempo, aunque solamente hacia el pasado. Y no pueden seguir siendo desaprovechados. La Intendencia también debe cambiar el concepto y darle la atención que merecen. No conocer un museo es desconocer lo que nos ha hecho como somos. Y a eso lo tenemos que cuidar entre todos. Porque cuidar nuestro patrimonio es como cuidarnos a nosotros mismos.
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