Paysandú, Miércoles 18 de Enero de 2012
Opinion | 17 Ene En las últimas horas se supo que la Unión Europea realizará auditorías más severas en nuestro país y la región, como consecuencia de los dos casos de fiebre aftosa ocurridos en Paraguay desde setiembre a la fecha. De esta forma se confirma la manera en que nuestros clientes nos perciben, es decir que desde el Hemisferio Norte se considera Sudamérica como un todo, sin hacer mayor hincapié y ni siquiera interesarles realmente cuál es la realidad de un país y otro.
Hasta el año pasado estas auditorías de rutina se centraban en una sola misión de unos doce días que trabajaba en aspectos de vigilancia epidemiológica, visitas al Interior, recorrido por oficinas, predios ganaderos y pasos de frontera, a la vez de revisar el esquema de vacunación, atención de sospechas de enfermedades y controles de faena, para finalmente examinar las certificaciones de exportaciones de carnes.
La diferencia de que este año los europeos optaran por cambiar la rutina de certificación obedece inequívocamente a la situación de Paraguay y es claro que decidieron efectuar una tarea más minuciosa de controles sobre fiebre aftosa, por más que se diga por Uruguay y países vecinos que el riesgo se circunscribe a un foco detectado en la nación guaraní.
Así, en los primeros días de marzo venidero estará llegando a Uruguay una primera misión que se dedicará a auditar a las plantas de la industria frigorífica, en tanto en la segunda quincena de ese mes arribará otra misión europea que se encargará de temas más vinculados a la fiebre aftosa, incluyendo vigilancia, puestos de frontera, movimientos de ganado, diagnósticos de laboratorio y controles de vacunas y vacunación
Según revelaron a El Observador fuentes del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), de una primera lectura podría interpretarse que no pueden entender que la situación sanitaria de Uruguay es muy diferente a la zona endémica donde está ocurriendo la circulación viral de fiebre aftosa en Paraguay.
Acotaron que es igualmente una oportunidad para Uruguay de demostrar las fortalezas que tiene y las diferencias respecto a los países de la región, pero esta evaluación peca de un exceso de optimismo sobre cómo nos ven desde Europa, porque con el paso de los años seguramente los técnicos del Hemisferio Norte han tenido sobrado tiempo --si quisieran-- de establecer claramente las particularidades de cada nación.
Días atrás, el diario ABC de Asunción denunció que el Servicio de Calidad y Salud Animal (Senacsa) de Paraguay “encubrió la estancia donde se dio el brote de aftosa en setiembre del año pasado, según se interpreta en las actas de vacunación”, lo que confirma la visión que tenemos desde esta parte del continente respecto a cómo actitudes irresponsables de los propios productores y técnicos encargados del control ponen en peligro todo el estatus sanitario de la región.
Como contrapartida, la confirmación de nuevos casos de fiebre aftosa en Paraguay puso en alerta al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca de nuestro país, que decidió aumentar los recursos humanos en puestos de frontera, en tanto se mantienen los puestos de rodiluvios y los arcos de desinfección.
Estas medidas se mantendrán mientras se monitorea la evolución de la situación en Paraguay, y a la vez se continúa con el protocolo de desinfección de los contenedores con carne paraguaya en tránsito, mientras técnicos uruguayos viajaron a la nación paraguaya para colaborar en las medidas.
Ocurre que nunca hay seguridades en cuanto a las barreras, desde que en la naturaleza no hay obstáculos para la diseminación de enfermedades y por falta de concientización, sobre todo por razones culturales, hay casos en que ganaderos no aplican la vacuna a los ganados y se intenta “engañar” los controles, cuando en realidad lo único que se hace es trampas al solitario y por desidia crear caldo de cultivo para la aparición y difusión de un virus que no sabe de fronteras.
Tenemos así que en un contexto regional, de una u otra forma el estigma de la aftosa cae sobre todos los países que participan en la exportación, y así pagan justos por pecadores, por lo que está muy bien que se encaren en Uruguay todas las acciones preventivas posibles.
Uruguay sabe muy bien lo que significa perder su estatus sanitario, que en la década pasada le costó más de 700 millones de dólares cuando apareciera la fiebre aftosa en nuestro territorio. También somos conscientes que de repetirse una situación así hoy el daño sería mucho mayor, cuando la carne es el principal producto de exportación del país, a precios muy superiores a aquél momento y mercados que ni siquiera podía suponerse a que accederíamos.
Estas auditorías europeas serán moneda corriente --además de posibles medidas en desmedro de nuestra producción ganadera-- cada vez que la irresponsabilidad genere brotes epidémicos, que ocurrieron esta vez en Paraguay, pero que también se dan alternadamente en Bolivia, Brasil, en el norte argentino, y que hacen que los compradores nos pongan a todos en una misma bolsa, como les gusta hacer, para mantenernos siempre con la rienda corta. Lo importante es actuar con seriedad, demostrando cada vez que sea necesario que somos diferentes y que no hay dos lecturas cuando se habla de combatir la fiebre aftosa.
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