Locales | 16 Ene Avanzan a buen ritmo los trabajos de lo que se considera la “primera gran restauración” de la Basílica Nuestra Señora del Rosario y San Benito de Palermo, obra iniciada luego de la presentación del proyecto a la Comisión Nacional del Patrimonio del Estado, que es la que autoriza este tipo de obras.
Lo que fuera originalmente una “iglesia-rancho” --al decir del padre Dámaso Antonio Larrañaga-- fue a partir de 1805, por decisión del Obispo de Buenos Aires, Benito Lué y Riega, centro del curato cuya advocación recayó en San Benito de Palermo, con un primer responsable religioso: el padre Silverio Martínez. Recién en los albores de 1860 comenzó a tomar forma la idea de un gran templo. Ese año el jefe Político y de Policía, Basilio Pinilla, encomendó el proyecto y construcción a los hermanos Bernardo y Francisco Poncini, oriundos de Ticino, Suiza.
La labor de los Poncini se convertiría luego en una obra ciclópea, porque a poco menos de un lustro fue prácticamente destruida por el bombardeo de los sitiadores brasileños, cuyos cañones en la loma de “Las Tunas” (hoy Plaza Bella Vista) tenían en la mira ese enorme edificio aún sin techar pero ya avanzado hasta casi los capiteles de su atrio.
Pero la construcción se retomó y finalmente llegó la esperada inauguración, en el año 1873, faltando lo que posteriormente sería uno de los rasgos más notorios y elogiados --a finales del siglo XIX--: las pinturas de Antonio Buscaglia, una obra de arte acorde a la magnitud del templo que por entonces era orgullosamente la Parroquia de San Benito de Palermo, en cuyo altar se hizo lugar a su imagen en madera. Esa que desde siempre, aún en la pequeña iglesia-rancho que estaba del otro lado del espacio que sería luego la plaza de Paysandú, hoy sobre 18 de Julio, donde se encuentra la Dirección de Turismo. Dicha imagen hasta se salvó milagrosamente de un incendio en el primer altar mayor del templo nuevo, convertido en Basílica Menor (de las pocas existentes en el mundo) por gracia del Papa Pío XII.
En 1948 el papa dijo: “La Basílica de Paysandú sintetiza y compendia toda la historia civil y religiosa de una nación”. Y, verdaderamente, le asistía razón al punto que con el devenir de los tiempos modernos fue declarada Monumento Histórico Nacional por el Poder Ejecutivo.
Primera restauración
Con el empuje del cura párroco, padre Antonio Mazza, y por el deterioro sufrido en el interior del templo y luego de un frustrado intento --años atrás-- de “restauración” que prácticamente desdibujó el altar de la Virgen María Auxiliadora, se puso en marcha un proyecto encomendado al estudio de arquitectura Collet-Neri de Montevideo. Los arquitectos Francisco Collet Lacoste y Diego Neri Spiller, junto a un numeroso grupo de técnicos, han sido responsables de numerosas restauraciones en todo el Uruguay.
Luego de un test con la recuperación pictórica, basada en fotografías de la época anterior, del altar señalado, se abordaron las impermeabilizaciones exteriores de la cúpula, el amplio techo de la nave central. Luego siguieron las azoteas laterales, capilla, sacristía y continuarán con la fachada principal, revoques exteriores, fachadas laterales y pintura. También proseguirá la recuperación de vitrales, instalación eléctrica e iluminación y el control de humedades en los cimientos.
Finalizado este proceso de pautas de seguridad imprescindibles, se abordará la restauración de las magníficas pinturas interiores, obviamente en base a técnicas adaptadas a la tecnología moderna, respetando las obras de arte.
El costo de lo ya realizado ha sido encarado sin gasto alguno del Estado. De los U$S 88.647 invertidos, U$S 60.000 fueron aportados por la sociedad de Paysandú. En tal sentido, para continuar con esta obra, se aceptan donaciones en efectivo o valores, existiendo cuentas tanto en dólares como en pesos uruguayos en los bancos República, BBVA y Santander, siendo posible aportar 50 pesos a través del 0900 9570, 100 pesos por el 0900 9571 y 500 pesos por el 0900 9572.