Paysandú, Miércoles 25 de Enero de 2012
Opinion | 21 Ene “Los incrementos en costos salariales, de los servicios, de los combustibles, el efecto de la tasa de cambio, todos esos elementos que están en la ecuación de costos del producto final, hacen que sea muy difícil poner a Uruguay en el mapa de la competitividad”, son reflexiones que formula un empresario a propósito de la realidad que presenta el Uruguay, que en el contexto internacional es un déficit que aparece disimulado por situaciones favorables para la colocación de materia prima, es decir producciones agropecuarias sin procesar.
El director ejecutivo de Weyerhauser para América del Sur, Alvaro Molinari, expuso a El Observador el panorama que atraviesa el sector forestal en nuestro país, en el que se percibe ya desde 2008 una seria afectación como consecuencia de precios deprimidos en los mercados internacionales y una reducción de la demanda por los problemas que enfrenta la construcción, sobre todo en Estados Unidos.
Pero más allá de las coyunturas, la realidad indica que dejando de lado las materias primas para las que nuestro país cuenta con ventajas naturales para producir, como los granos, la carne y la lana, los costos internos están amenazando la viabilidad de varios sectores de actividad, aún de aquellos en que apenas se da un pequeño valor agregado, como es el caso de los cítricos, en los que tras la recolección de la fruta se los acondiciona en los packings y contenedores para exportación.
Es cierto, cada sector tiene su impronta y características, y en el caso de la madera, es evidente que se está lejos de la rentabilidad y el escenario promisorio de hace unos años, aunque las inversiones en el área apuntan a ciclos de largo plazo y deberían estar más o menos blindados contra los avatares coyunturales.
Molinari explica que “el sector forestal tiene una serie de características especiales, entre ellas que se maneja en ciclos muy largos. El sector se desarrolló en forma exitosa. Desde la Ley Forestal de 1987 se pasó de tener 20.000 hectáreas a casi un millón plantadas a fines de 2011. Sin embargo en términos contemporáneos estamos en una situación bastante complicada, sobre todo en lo que refiere a materia sólida, que son los productos de transformación mecánica de los troncos”.
Advirtió que este escenario se da a partir de la crisis inmobiliaria de Estados Unidos en 2007, exacerbado con la crisis financiera de 2008, lo que fue determinante para que todo el sector de la madera para la construcción sufriera un deterioro importante tanto desde la demanda como de los precios.
En el caso de Weyerhauser, los empresarios apostaron a la diversificación de mercados, ante las dificultades en Estados Unidos, por lo que empezaron a exportar a Europa y América Latina, aunque esta alternativa no fue suficiente y debió reducirse la producción, con el consecuente envío del personal al Seguro por Desempleo en 2011.
Pero 2012 se presenta pleno de incertidumbres como consecuencia de la crisis en Europa, y no solo para la madera. Aún así esta empresa en particular apostó a la reinversión y a retomar personal, pero los pedidos por ahora se presentan como muy cautelosos.
Y los problemas no aparecen solo en el escenario internacional, sino que hay factores internos que están haciendo que el precio del producto final resulte caro en la madera, pero también en prácticamente todo el sector industrial y aún en aquellas empresas que trabajan con productos semiprocesados.
Estas dificultades se traducen en la pérdida de competitividad, porque como dice Molinari “los aumentos de costos para poner valor agregado y exportar un producto elaborado no ayudan para nada en la ecuación. Los incrementos de costos salariales, de los servicios, de los combustibles, el efecto de la tasa de cambio, todos esos elementos que están en la ecuación de costos del producto final, hacen que sea muy difícil poner a Uruguay en el mapa de la competitividad”.
Fundamentalmente este deterioro se aprecia en sectores como los textiles y los cueros, en una carrera en la que los empresarios van perdiendo, por cuanto los costos aumentan más que los precios de venta, y con una inflación interna en dólares, cuesta poco inferir que hay un fuerte desestímulo para incorporar valor agregado y por ende crear fuentes de empleo de calidad.
Y como bien sentencia el empresario, el aumento de la productividad en el área privada ya está cerca del límite, por más que se intenten alternativas, estímulos y modernización para ser eficientes. Ya hace rato que el país dejó de tener “capacidad industrial ociosa”, como ocurriera en los años siguientes a la crisis de 2001 y que le permitió a los empresarios aumentar su producción sin necesidad de grandes inversiones.
Ahora cuando se logra reducir en un dólar el precio final por la vía de introducir cambios y maquinaria nueva, el producto termina aumentando igual debido al encarecimiento del país para producir, y esta realidad resulta agobiante y frustrante para quien intenta por todos los medios reconvertirse y se encuentra que como el perro que persigue la cola, nunca alcanza el objetivo.
Da para pensar y sobre todo para que quienes tienen la responsabilidad de gobierno, ensayen respuestas en lugar de apostar a que todo se va a solucionar con el tiempo.
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