Opinion | 22 Ene El viernes, pequeños productores de Canelones regalaron tomates en el centro de Montevideo, a una cuadra del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, en señal de protesta por lo que entienden falta de cumplimiento del gobierno en la aplicación de estímulos para el sector, en una medida que sorprendió a la población ante un obsequio inesperado.
Los granjeros llegaron hasta el cruce de 18 de julio y Constituyente con cajones de tomates y comenzaron a regalar la mercadería bajo el lema “por un futuro mejor”, en reclamo de mayor apoyo estatal en la industrialización.
Dirigentes de la Cooperativa de Productores del Nordeste de Canelones (Copronec) explicaron que esta gremial reúne a más de 150 pequeños productores que viven por la zona (Tala, Migues, Tapia, San Jacinto), y que reclaman una solución para poder continuar realizando su trabajo, produciendo tomates destinados a la industria.
Según estos productores Uruguay importa unas tres cuartas partes del tomate que se usa para salsa, equivalente a unos 30 millones de kilos, y para paliar este desfasaje con oportunidades para la producción nacional, se había acordado un subsidio del Poder Ejecutivo “para tener una oportunidad de algo producir, para que la gente pueda mantenerse en el campo”.
Pero el apoyo financiero prometido a la cooperativa aún no se ha concretado. “Venimos en conversaciones y planteando la situación desde principio de año. Pero en los últimos meses venían planteándonos que le diéramos para adelante, que los apoyos están. Se han ido demorando de tal manera los apoyos que ya está el tomate pronto –no todo, claro, las máquinas no están preparadas porque no han llegado a tiempo los fondos comprometidos--”, dijeron los productores.
Los voceros de Copronec aseguraron que reclaman apoyo estatal porque quieren generar competitividad y al ser una cooperativa pequeña no entran en la Ley de Inversiones para conseguir un subsidio.
A primera vista parece un contrasentido que para la industria resulte más caro comprar a los pequeños productores que importar el tomate desde otros países de la región, lo que revela los altos costos internos para producir que tiene el Uruguay y la necesidad de corregir estos desfasajes estimulando la producción propia en lugar de la importación.
Paralelamente, el lado positivo de este episodio es que en lugar de protestar arrojando los tomates a la calle y haciendo piquetes como medida de protesta, los productores han optado por una medida distinta, amigable con la población, de lo que deberían tomar nota también sindicatos que se preguntan por qué la gente no simpatiza con su causa cuando dejan a los uruguayos de a pie, haciéndolos pagar peaje, cerrando oficinas para el canje de cheques u obligarlos a largas demoras para hacer valer sus “reivindicaciones”.