Paysandú, Domingo 29 de Enero de 2012
Locales | 22 Ene Una forma natural de rotación y manejo del ganado en el campo, y el menor uso de fertilizantes permitiría en el tiempo una mejor y mayor explotación de la tierra, según afirma el ingeniero agrónomo Daniel Durán del Campo, que ha desarrollado experiencias en este sentido y ha participado en seminarios internacionales donde se ha debatido sobre la experiencia de la producción orgánica, el cuidado del ecosistema y la rotación como elementos que ayudan a mantener más tiempo la tierra y aumenta la producción ganadera y agrícola.
En una extensa charla con el director de EL TELEGRAFO, Alberto Baccaro, el reconocido técnico detalló algunas de sus propuestas.
“tirando por la ventana”
“Trabajé una vida en esto, tengo la camiseta puesta y además creo que es la vida económica para Uruguay. Estamos tirando la ventaja por la ventana, porque tenemos condiciones excepcionales que estamos perdiendo para la producción de elementos naturales y orgánicos que no hay en el mundo. Era así y lo estamos perdiendo, y cada vez se pone más dramático”, es parte del análisis que realiza, que surge del respeto a la “biomasa microbiana” que hay en la tierra cuando es explotada de manera natural.
“Yo trabajé mucho en esto, y pienso que es una prioridad nacional. Hace 40 años hice medir con un veterinario especializado en bacteriología la tierra que tenía. Me dijo que había tres millones de bacterias, 400.000 protozoarios y 400.000 hongos en un metro de suelo. Y esas cosas no las había visto en Facultad, y un grado 5 me dijo que eso no valía la pena”, afirmó Durán. Al consultar a una experta, le dijo que “lo que hay que medir es la actividad en el suelo, no el número. Y la actividad se puede medir y accionar con manejo de campo. Y supe que con cada pasada de ganado con alta carga y descanso nos da 14 unidades de fósforo y 14 de nitrógeno en el correr del año. Y nosotros con 6 pasadas al año, solo con manejo de campo y tecnología en el uso de la tierra, ya lo lográbamos. Y se ahorraban mil dólares por hectárea”.
También ese manejo da lo que Durán del Campo llama “efecto colorimétrico”, porque “en una vista aérea cambia hasta el color del campo”.
Comentó que otra característica era que los alambrados que separaban los campos linderos estaban inclinados “hasta en 45 grados”, porque los animales se esforzaban por comer ese pasto, presionando los alambres. Esa misma experiencia “la hice con más de 20 establecimientos que manejé”, que terminó porque “nos mató la seca de 1985”.
imitando a nueva zelanda
Durán ve como uno de los problemas --que constató con técnicos neocelandeses-- que “la carne puede llegar a tener nitritos y nitratos, como les pasa a ellos, y la leche con metales pesados como cadmio y los productores no bajan el fertilizante; eso dicho por gente de peso”. A su juicio, “estamos imitando a Nueva Zelanda y nos va a pasar lo mismo. Cuando nosotros deberíamos haber tenido un campo distinto, con investigación diferente. Pero hay que bancarlo con una Facultad y un INIA que investiguen.En cambio siempre hemos copiado los paquetes”.
Reclamó que haya “una unidad de investigación” para que se trabaje en esas mejoras e investigación propia. A su juicio, el INIA “copia, traemos paquetes y los ponemos acá”.
Dijo que no se debería importar algunos productos para la tierra, poniendo como ejemplo que “tenemos una caliza que, molida fina, tiene un 95% de carbonato de calcio”, que necesiten los suelos.
Durán del Campo cree que “el problema es que no se ha hecho un estudio del suelo microbiológico del Uruguay. Y con espíritu de que el país salga adelante es importante que se investigue acá, y no se hace”.
Trigo orgánico
“Yo hacía trigo orgánico en una chacra del Queguay, y mi padre se había recibido de agrónomo en 1912 y en esa época se araba. Tenía un alto grado de infección natural, y aunque los profesores dijeran lo contrario experimenté, no por llevar la contra sino por espíritu analítico. Y le hice la rotación del ganado necesaria para dejarla natural. El rinde normal del trigo es de 1.500 kilos por hectárea, llegué a tener 3.000 kilos por hectárea sembrado de forma orgánica. Con ese grano produje la harina orgánica ‘Don Cinto’, que tenía menor costo, mejor precio y se aplicaba una menor tecnología”.
Como anécdota demostrativa de la calidad del producto, contó que “cuando se empezó a vender bien la harina orgánica necesité un depósito en Montevideo. La gente de un local en Montevideo me cedió un lugar para guardarla y enviamos las primeras partidas. A los pocos días me llamaron para que fuera al depósito, que debía ver lo que estaba pasando. Y era nada menos que casi todas las bolsas de harina orgánica estaban comidas por los ratones, y curiosamente las demás bolsas de harina, no orgánica, estaban sanas, cuando antes no había esa selectividad de los roedores. Los animales no se equivocaron, y dejaron de comer las otras harinas, tentados por la orgánica”. Obviamente, Durán dejó de estibar la harina en ese depósito.
Destacó que la harina producida orgánicamente tiene también ventajas para su industrialización, ya que tiene un mayor rendimiento en el pan y “tiene más poder de fermentación, produciendo más kilos de pan”.
Dijo que ahora “en Europa, concretamente en Francia y España, se consumen harinas con clorados y fosforados”.
“Mucha contaminación”
A juicio del entrevistado, “hay mucha contaminación en la tierra y falta de nitrógeno” y que “si seguimos produciendo solo soja, maíz y trigo se nos muere la microflora debido a las agroaplicaciones. De esta manera seguimos produciendo contaminantes y nos van a devolver la tierra que no va a servir para nada”. Una de las soluciones que ve es que “hay que enseñarles a pensar a los ingenieros agrónomos, para que tengan espíritu analítico, porque el progreso del país pasa por una investigación bien orientada”.
Entiende que “no es una utopía, y no podemos resignarnos” porque “necesitamos alimentos menos contaminados, más naturales porque nos estamos envenenando todos, estamos comiendo muy mal en el Uruguay”.
Dijo que esta realidad la vio en uno de sus viajes a Nueva York, Estados Unidos, donde ya “hace años quedé deslumbrado por la contaminación que tienen los alimentos que se consumen allí”.
“Me impresionó lo que comían los chiquilines de 14 y 15 años, comiendo hamburguesas en cantidades. Eso es por las sustancias que se agregan a los alimentos para que les provoque más hambre y no se sacian nunca. Y cuando trajimos las hamburguesas americanas, en vez de enseñarles a comer asado a los uruguayos les dimos lo mismo que en Estados Unidos, por el efecto global”.
Hay quien trabaja
“Hay grupos aislados de productores orgánicos, y pocos están organizados. Está el caso de una productora de Tacuarembó que planta frutillas y tiene un rendimiento de 40.000 kilos por hectárea, trabajando la tierra de manera natural y orgánica, y hasta es inventora de un hormiguicida natural en base a hongos, que elimina totalmente algunas especies de hormigas, y sin necesidad de utilizar ningún tipo de producto químico”.
Durán del Campo afirmó que “es tan bueno el producto para eliminar esas especies, que una muy conocida empresa forestal le compra buena parte de su producción para eliminar la aparición de hormigueros en los viveros y donde tienen plantaciones”.
Puso como ejemplo el caso de China, donde estuvo también participando en un seminario de pasturas y sobre producción orgánica y en equilibrio con la naturaleza, en Mongolia. Destacó la forma de trabajo en los campos experimentales y la manera tradicional de producción que tienen los chinos, fomentando y cuidando el equilibrio natural para no alterar el entorno, no solo de la tierra, sino del medio ambiente.
Por algo están
“Estábamos en una charla explicativa y el ingeniero chino mostró el detallado relevamiento que se hacía del ecosistema y todas las condiciones naturales del entorno donde se desarrollaba la producción agrícola. Nombró las tantas especies de árboles y arbustos, las especies de aves, y hasta detalló dos especies de peces. Alguien le preguntó: ¿para qué tener en cuenta los peces si se trata de producción agrícola? Y el ingeniero le contestó que no sabía para qué estaban, pero se sabía que hace tres millones de años están allí, y para algo será; eso no se toca”.
Contó que había una gallina chica y las ratas que se habían multiplicado comían sus huevos y peligraba la supervivencia de la gallina. “Acá si aparece la lagarta matamos todo lo que hay cerca también, incluyendo lo bueno”, pero la solución encontrada en China fue “poner horcones, donde bajan las águilas que matan las ratas y restablecen el equilibrio ecológico”.
“Ellos desarrollaron una tecnología acorde a las necesidades que tienen; no fertilizan con agroquímicos y consiguen resultados fabulosos”, puntualizó.
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