Paysandú, Domingo 29 de Enero de 2012
Opinion | 23 Ene “Guau guau” de acá; “guau, guau, guau” de allá. Británicos y argentinos intercambian munición gruesa y se muestran enojados y comprometidos con la defensa de la soberanía de las Falklands o Malvinas, según de qué lado se las defienda. En estos días el peor insulto fue “colonialista”, que fue de un lado al otro, como “truco” y “quiero retruco”.
Pero en verdad, don David Cameron y doña Cristina Fernández son compinches antes que enemigos mortales. Porque, realmente, ni uno ni otro país hoy está en condiciones de irse al Atlántico Sur para pelearse. Los recortes presupuestales han afectado severamente a sus Fuerzas Armadas, que han quedado medio desarmadas. Pero además, ambos mandatarios sufren de problemas internos que podrían poner en peligro el futuro de sus carreras, que es una de las principales preocupaciones de todo político que se precie de tal.
A los dos un poco de patriotismo les vendría de maravillas y sería el necesario oxígeno político, además de una buena causa nacional para disimular sus respectivos problemas domésticos. Malvinas es un excelente escapismo y el inmediato y mágico efecto de una nación unida tras su gobernante y -entonces- incuestionable líder.
La presidenta Kirchner debe disimular un ajuste económico embozado, con la eliminación de subsidios y alzas de tarifas, tratando de detener lo que parece irreversible, la caída violenta de la economía. La creciente inflación, un déficit fiscal en aumento y una notable disminución del superávit comercial, presionado por la crisis internacional, es una clara amenaza a las bases de la propuesta política que la mantuvo en el poder tras su reelección.
Cameron enfrenta una fuerte tensión con su coalición liberal demócrata por su abrupta partida de la Unión Europea ante la crisis del euro y sus escandalosos argumentos ante sus socios europeos en Bruselas, sin siquiera haberlos consultado a sus pares del gobierno, con la excusa que debía defender la City londinense y sus servicios financieros. El desaire a sus socios políticos puede costarle eventualmente la coalición y su gobierno. El altisonante lenguaje y los incidentes con Argentina, incluida la “guerra de banderas” de los barcos, le vendría muy bien a Cameron para magnetizar a su patriótica opinión pública.
Por otro lado, Argentina ha desmantelado buena parte de sus Fuerzas Armadas, en reducciones consecutivas de gastos. Gran Bretaña está haciendo lo mismo. Ni siquiera tiene un portaaviones, así que si va a la guerra le tendrá que pedir uno a algún gobierno amigo, quizás Francia.
Cameron y Fernández obviamente están al tanto de todo esto. Saben que pueden ladrar pero no tienen dentadura para morderse. Necesitan oxígeno político; les resulta imprescindible quitar la atención pública de los asuntos domésticos que van de mal en peor y encontrar una causa nacional fuerte. El próximo Mundial está lejos. Las Malvinas/Falklands aparece como un buen tema comodín. A veces, los que más se pelean, son en realidad buenos compinches.
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