Paysandú, Martes 31 de Enero de 2012
Opinion | 25 Ene El favorable escenario internacional para los países productores de materias primas como Uruguay permite estar sorteando por ahora con menos problemas que los que era posible prever la crisis que se manifiesta en el mundo desarrollado, sobre todo en Europa, donde todo indica que todavía sobrevendrán tiempos más difíciles, en tanto en Estados Unidos hay atisbos de recuperación y la nación norteamericana parece estar recobrando sus innegables atractivos como mercado.
Por supuesto, no se trata de una situación solo favorable para Uruguay, sino que toda la región se ha visto beneficiada en los últimos siete u ocho años por mercados muy receptivos para sus principales productos de exportación, con muy buenos precios, a la vez de costos del dinero mucho más benignos que hasta hace unos pocos años, todo lo que ha contribuido a que los avatares de coyunturas recientes negativas pasaran prácticamente al olvido y se haya recibido con beneplácito la mejor calidad de vida de los nuevos tiempos.
Es cierto que en un mundo globalizado e interconectado no hay causa que no tenga un efecto y a que la vez no se reproduzca en la compleja trama socioeconómica mundial, para repercutir en las formas más inverosímiles, en algunos casos meses y hasta años después, pero siempre con algún impacto colateral.
Está muy bien que en esta coyuntura se hayan valorizado significativamente los commodities que se producen en esta parte del mundo, los que provienen de ventajas comparativas para obtener grandes producciones de granos, madera, carnes, lanas, que al fin de cuentas son renovables y no corren peligro de agotamiento --por lo menos si no se utilizan métodos extremos--, y en otros casos de materias extractivas, como los minerales, lo que ya es harina de otro costal.
Estamos signados en esta coyuntura como proveedores de materias primas que se industrializan en el mundo desarrollado en parte, pero fundamentalmente en las denominadas naciones emergentes, como China, que a la vez vende productos terminados tanto a las naciones industrializadas como a las del Tercer Mundo, con Uruguay incluido, y se genera así una interrelación que debe ser tenida en cuenta a la hora de analizar las connotaciones de este escenario global.
Corresponde en este contexto evaluar el análisis que publica El Observador a propósito de conceptos vertidos por Woods y M. Bristow, de Bloomberg News, que centraliza su enfoque en el presente y el futuro de Sudamérica como proveedor de materias primas, y pone como ejemplo el hecho de que “el capitalista de riesgo Arnon Kohavi llegó a Chile el año pasado con el objetivo de reunir cuarenta millones de dólares para emprendimientos de tecnología. Seis meses después el israelí optó por Singapur y dijo que el mayor productor de cobre del mundo tenía una excesiva adicción a su riqueza en materias primas”.
Este comentario no debe pasar desapercibido para la región, porque pone de relieve que con determinadas políticas y actitudes cortoplacistas se estaría sentenciando a los países del área a resignar desarrollo en aras de seguir en el papel de eternos abastecedores de materias primas para generar trabajo en otros países, los que además significa mejor calidad de vida y desarrollo de un know how del que estaremos cada vez más distantes si no actuamos de otra forma.
El informe indica que el comentario de Kohavi puede servir de advertencia el resto de América del Sur, que ha hecho poco por reducir su dependencia de las materias primas durante la última década de auge, según expresa el ministro de Minas y Energía de Colombia, Mauricio Cárdenas. Precisamente el fracaso en lo relativo a aumentar la productividad y subsanar persistentes falencias en educación e infraestructura hace a la región más vulnerable a una desaceleración global en el caso de que decline la demanda de sus exportaciones de soja, cobre y mineral de hierro, entre otros productos primarios, y este no es un aspecto menor.
El ministro, quien fuera director de la Brookings Institution en Washington, evaluó que “dada la historia de la región en lo que respecta al manejo de auges anteriores, los pesimistas parecen estar en lo cierto al presumir que el actual se va a desaprovechar”.
Con este comentario coincidimos, y es más, lo hemos expuesto en esta página editorial desde hace varios años, por cuanto se continúa perdiendo la oportunidad de utilizar los recursos extra de la bonanza en la generación de infraestructura, conocimientos y desarrollo sustentable con alta demanda de mano de obra calificada, que es lo que forma la base económica sólida de los países.
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