Paysandú, Jueves 02 de Febrero de 2012
Opinion | 01 Feb Recientemente, en entrevista concedida al diario Folha de Sao Paulo, el presidente José Mujica tuvo un raptus de sinceramiento en lo que respecta a su percepción del Mercosur, y manifestó que en su opinión el acuerdo regional es un bloque “estancado” que perdió su atractivo internacional y limita su función a una “cuestión de intercambios” para gestionar crisis.
Chocolate por la noticia, diríamos retrotrayéndonos al dicho tan común hace unas décadas, porque a esta altura solo quien no tenga una mínima visión de la realidad regional podría cantar loas al funcionamiento del bloque, que vive un período no solo de estancamiento, sino de retroceso, porque el complejo escenario internacional hace que a las ya tradicionales medidas bilaterales de Argentina y Brasil se agreguen medidas proteccionistas. Sobre todo de nuestros vecinos del otro lado del Río de la Plata, que han cerrado su economía y pretenden que todos los demás seamos funcionales a su particular concepción de la economía basada en voluntarismos para gancho político.
El mandatario uruguayo manifestó al diario paulista que “el Mercosur en cuestión de intercambios está muy bien. A pesar de las dificultades creció, pero no tiene garantía institucional”, al punto que “funciona un poco movido por llamadas telefónicas con la gestión de las cancillerías cuando se tiene una dificultad aquí o allá”, en tanto el bloque “no tiene la fluidez de una relación natural. No crece porque para crecer tenía que ser muy tangible la visión allí afuera que es un buen negocio entrar en el Mercosur. Si nadie toca la puerta para entrar al bloque esa es la mejor señal de que estamos estancados”.
Mujica por lo tanto no ha expresado nada nuevo, pero sí resulta novedoso en cuando a la postura de un mandatario que ha estado desde el comienzo de su gestión jugado al Mercosur, apostando además a solucionar “a medida” las diferencias a través de la “amistad” con su colega argentina Cristina Fernández de Kirchner y últimamente con Dilma Rousseff, de Brasil, cuando a menudo surgen los consabidos problemas para el ingreso de productos uruguayos.
Pero al menos esta vez el presidente ha dejado de fingir que todo marcha bien y admitió que hay que procesar las diferencias mediante negociaciones “amistosas”, cuando el Mercosur, como cualquier acuerdo serio entre países, debería regirse por reglas claras --que las tiene-- con sus propios órganos de conciliación y arbitraje, y cumpliendo a rajatabla con lo establecido. Este aspecto es precisamente lo que ha fallado desde la base, porque Argentina y Brasil no han vacilado en borrar con el codo lo que escribieron –y firmaron-- con la mano con tal de defender sus intereses, y a su vez han aplicado el bilateralismo para imponer a sus socios menores la política de los hechos consumados con el clásico “tómenlo o déjenlo”.
Sin embargo, aún con este sinceramiento ante Folha de Sao Paulo, el gobierno de Mujica mantiene su tesitura de evitar roces con el gobierno de Cristina Fernández, y sigue tolerando que nos impongan acuerdos en temas como el intercambio de información tributaria, mientras nos doblegamos ante las trabas al ingreso de productos uruguayos al mercado argentino, el dragado de canales y apenas reclamamos la difusión de los informes del resultado de los monitoreos ambientales conjuntos a la salida de efluentes de la planta de UPM y la desembocadura del río Gualeguaychú, trancados por intereses argentinos.
Mientras tanto, el sector textil sigue imposibilitado de exportar a la vecina orilla y su situación es cada vez más difícil, y lo mismo ocurre con otros sectores exportadores que en lo inmediato no tienen horizontes para colocaciones alternativas al mercado argentino, sobre todo si se tiene en cuenta que Uruguay ha venido perdiendo competitividad con países de afuera de la región. Igualmente, los elementos adversos no alcanzan para evitar que Brasil y Argentina sean nuestros mayores socios comerciales, pero de lo que seguimos careciendo, como bien señalan los empresarios, es de un Plan B en caso de que los proteccionismos sigan a la orden del día o peor aún, se agraven mientras la crisis europea no dé signos de reversión, como todo parece indicar. Este escenario debería preocupar y sobre todo ocupar al gobierno para que cambie su actitud de prescindencia, para que deje de restar importancia a estos “inconvenientes”, y transmita a los socios del Mercosur los planteos correspondientes con la firmeza de que hasta ahora ha carecido, sin ambages ni medias tintas, como país soberano que somos y no una provincia más de la Argentina, o territorio brasileño contestado.
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