Opinion | 01 Feb El aeropuerto internacional “Tydeo Larre Borges”, a 54 metros sobre el nivel del mar, con una pista pavimentada de 1.500 metros de longitud y 30 de ancho, capaz de recibir aeronaves del porte de hasta un Boeing 737 (jet de fuselaje ancho con capacidad para 65 pasajeros) en vuelos diurnos y nocturnos, sigue siendo una de principales defensas de esta primera parte del siglo XXI de los sanduceros.
De un tiempo a esta parte se ha puesto en duda por autoridades aeronáuticas la necesidad de mantener su carácter internacional, lo que resulta al menos extraño ya que desde el fondo de la historia, desde mucho antes de Wilbur y Orville Wright, Paysandú era señalado por su notable ubicación geopolítica. Basta solo recordar que Artigas instaló en suelo sanducero en 1815 su gobierno y estableció la capital de hecho de la Liga Federal.
Con el paso de los años y las décadas, la preponderancia geopolítica de Paysandú fue subrayada una y otra vez. Por ejemplo, en 1975 se inauguró cerca de la ciudad capital del departamento el primer puente internacional con Argentina. Y se pensó en Paysandú cuando se creó el proyecto Paralelo 33 para unir ambos océanos a través de una ruta internacional de cargas.
Paysandú ha tenido siempre quienes supieron comprender, aceptar e impulsar su potencialidad a partir de la ubicación geopolítica. Por eso mismo desde hace años tiene un aeropuerto internacional, que cierto es no atiende líneas comerciales ni en él operan aeronaves que traen cientos de pasajeros por día, pero que sí tiene un muy buen desarrollo en el campo de aeronaves ejecutivas y de particulares pequeño y mediano porte. De todas formas, en el Interior ningún aeropuerto atiende cientos de pasajeros por día, por la simple razón de que geográficamente este país es un pañuelo y porque para volar hacia y desde Montevideo hay que ir al Aeropuerto Internacional de Carrasco, que agrega tantas horas de viaje que lo equipara con el tiempo que se demora en automóvil.
Paysandú, su gobierno departamental, sus fuerzas vivas, su población, ha dado un paso más adelante y ahora lucha no solo por mantener la categoría internacional sino por agregar, en uno de los pocos casos en el mundo el usufructo binacional, atento a que estamos tan cerca de Argentina que casi podemos abrazarnos.
Cosas del destino, desde 1811 en adelante, los sanduceros hemos tenido que luchar por lo que queremos, amamos y anhelamos. Hoy, en la primera parte del siglo XXI luchamos por nuestro aeropuerto. No ya por nosotros, sino por la región. Y cada vez somos más.