Paysandú, Sábado 11 de Febrero de 2012
Opinion | 05 Feb Desde el principio de los tiempos, la Humanidad toda mantiene una relación simbiótica con los árboles por lo que destacar este hecho resulta innecesario, pero es conveniente recordar la importancia que el arbolado adquiere en una ciudad moderna y de la cual Paysandú no escapa.
Debemos considerar y, especialmente, atender las distintas situaciones que se presentan en relación al arbolado de la ciudad.
En los últimos tiempos la Intendencia Departamental ha cumplido tareas de mantenimiento, algunas reposiciones, poda y otros cuidados. Sin embargo aparecen estos servicios como insuficientes y puede conceptuarse de escasa la cantidad de árboles que existen tanto en las principales arterias como en las calles de los diferentes barrios. Por otra parte, no son suficientes los parques ciudadanos adecuadamente arbolados.
En los últimos años se han plantado anualmente alrededor de 500 árboles con un desarrollo adecuado, cerca de 1,50 metros de altura, en su mayoría reposiciones y algunos implantes nuevos en calles o paseos públicos.
Una recorrida por las diferentes zonas de la ciudad permite apreciar claramente que la cantidad indicada es absolutamente insuficiente y ese ritmo de plantación no permitirá cubrir las necesidades actuales y mucho menos las que aparecerán en el futuro cercano.
El Vivero Municipal produce actualmente unos dos mil arbolitos por año, estimamos, por lo que no estaría en condiciones de abastecer un plan de plantación intensiva en la próxima temporada.
A la vez, resulta imprescindible un completo control técnico de los ejemplares con muchos años a los efectos de prever posibles consecuencias de gran riesgo para la población como aconteciera recientemente en Montevideo. Resulta alarmante apreciar en las calles y plazas sanduceras ejemplares en evidentes malas condiciones y un relevamiento técnico completo que aconseje las medidas a tomar sería sumamente necesario como precaución y para dar tranquilidad a todos los ciudadanos. Es imprescindible que los ejemplares que estén seguros sigan beneficiándonos y los que representen un peligro sean reemplazados –no eliminados-- de inmediato.
En otro orden, dentro del mismo tema, se hace sumamente necesario crear nuevos parques adecuadamente arbolados y en ese sentido deberían tener prioridad los que se pueden en el entorno de la Costanera Norte y en la zona de Playa Mayea donde hace unas tres décadas se plantaron diez mil fresnos, que en poco tiempo transformaron el lugar formando un hermoso y acogedor monte que sucumbió a manos del peor depredador, el hombre, que lo transformó a golpe de hacha en vigas para viviendas precarias pero fundamentalmente en leña para sus fuegos.
Aún más, ya fue anunciado que algunos eucaliptos de la zona del balneario municipal serían cortados, puesto que están afectados por una enfermedad que amenaza secar a todos los ejemplares cercanos. Hace ya décadas que en todo el predio que va desde el Obelisco hasta Antonio Estefanell, no se repone un solo árbol, en un lugar que 40 ó 50 años atrás era prácticamente un bosque de diferentes especies de árboles. Los de la zona del Obelisco sucumbieron ante la costumbre cercana en el tiempo de pisotear los espacios verdes con todo tipo de vehículos, moda que al parecer cuando el “potrero” quedó ya demasiado desprolijo y barroso para los gustos de la juventud, ahora se ha desplazado hacia el cantero que está un poco más hacia el centro, frente al complejo Irene Sosa. Por otra parte, los eucaliptos que fueron cayendo por efecto de fuertes vientos, enfermos o que se cortaron por diferentes motivos, justificados o no, tampoco fueron repuestos, y ya hay amplios descampados donde antes era todo sombra.
También las calles céntricas se han despoblado de vegetación. Basta recordar los plátanos de calle Sarandí, que hoy es un páramo en el tórrido verano, o cualquier otra arteria, como Florida, Treinta y Tres Orientales, etcétera, que antes tenían un árbol cada determinada distancia por reglamento municipal, y con el tiempo no solo fueron talados de raíz, sino que hasta sellaron las veredas con baldosas para no volver a plantar. Como consecuencia, vivimos en una ciudad inhóspita, en especial en estas épocas, dominada por el cemento. Y lo sufrimos todos, quienes transitan por la calle, caminan por veredas sin sombra y paradójicamente, más aún los mismos propietarios de las viviendas que cortaron los árboles por la incomodidad de levantar las hojas que pierde en otoño, porque las paredes de sus hogares acumulan el calor de todo el día de insolación al no contar con el generoso reparo del follaje de ese árbol que antes protegía su frente.
Y en un departamento con cientos de miles de hectáreas forestadas, los habitantes de la ciudad capital tienen cada vez menos posibilidades de disfrutar plenamente de un parque arbolado.
Para revertir esta situación se impone tomar ya una determinación para establecer un plan maestro de recuperación y aumento del arbolado de Paysandú.
Recordemos que en los viveros forestales de esta región se producirán este año alrededor de sesenta millones de plantines.
¿No podrán quienes más saben sobre el tema “dar una mano” para lograr este proyecto que sin duda beneficiará a todos los sanduceros?
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