Paysandú, Lunes 13 de Febrero de 2012
Opinion | 09 Feb Aunque con intermitencias en cuanto a su postura ante sindicatos y sectores radicales de su partido, el presidente José Mujica ha dado señales positivas respecto a su intención de promover reformas en la enseñanza, a efectos de salir del proceso de degradación que registra en forma persistente desde hace ya mucho tiempo, pero que se ha agravado sensiblemente en los últimos años, de la misma forma en que han decaído los valores en la sociedad.
La postura presidencial, ya puesta de manifiesto en la campaña electoral, está en consonancia con las necesidades del país en cuanto a una actualización de la educación en todas sus áreas, a tono con el desafío de los tiempos, pero también para tender a superar las asimetrías que se dan entre capital e Interior, con claras desventajas para este último en cuanto al acceso a la enseñanza terciaria y una serie de carreras cortas y técnicas que solo tienen oferta en la capital.
Ocurre que las necesidades en educación son de una magnitud que trasciende el plano de las diferencias de oportunidades entre la capital y el Interior, desde que el descaecimiento es general, sobre todo en el nivel de la educación secundaria, que presenta una alta deserción pero a la vez con un muy bajo nivel de los egresados, a los que incluso se bajan las exigencias para que puedan terminar de cursar el ciclo. Los estudiantes llegan mal preparados a la Universidad y a otros ámbitos en los que deberían capacitarse para el desafío laboral, y de esta forma nos encontramos con un escenario contradictorio y negativo para el futuro del país, si tenemos en cuenta que la alta deserción significa que miles de jóvenes quedan por el camino a muy temprana edad y que muchos de ellos pasan a engrosar la legión de los ni-ni, --los que ni estudian ni trabajan--, y aquellos que siguen adelante descubren que no están bien preparados para los requerimientos del mercado laboral y no califican para el tipo de empleo donde existe demanda.
Estos elementos son solo algunas de las incongruencias que tenemos en nuestra enseñanza, donde además los sindicatos aspiran a tener una mayor cuota de poder que la que ya tienen y apuntan a que nada pueda hacerse sin su iniciativa o consentimiento. Es decir que no se avienen a cumplir el rol que deben tener y dejar que la conducción de la educación esté a cargo del sistema político, que es el que representa a toda la ciudadanía, y no de los gremios, que legítimamente fueron creados para defender sus propios intereses.
En este contexto el mandatario ha puesto sobre la mesa su iniciativa de que el Uruguay cuente con una Universidad Tecnológica, es decir una universidad en la que el estudiante resulte capacitado y se forme en trabajo calificado y a medida de las necesidades de nuestras empresas.
Por cierto, no se trata de formar en cualquier cosa y con exigencias “light”, a tono con la época, sino que la creación de un instituto de estas características, además de requerir de consenso político y técnico, debería traer aparejada una apertura en consultas con empresarios, productores, industriales, de forma de establecer dónde radican las necesidades y las carencias, así como la mejor forma de suplirlas. También evaluar aspectos inherentes a programas, cuerpo docente, instrumentación y aspectos edilicios, a la vez de establecer acuerdos con empresarios para desarrollar pasantías que permitan fortalecer la mano de obra todavía en formación.
Es por lo tanto una iniciativa plausible, bien intencionada, que es preciso aterrizar para que no se generen nuevas frustraciones, de manera de formar trabajadores donde realmente se necesiten y para que no haya necesidad, como está ocurriendo en algunos casos, de importar trabajadores de otros países en determinadas áreas para las que no estamos capacitando, o improvisar y dedicar tiempo y recursos en capacitar a quienes no califican para el puesto pero que por lo menos tienen una base para aprender ya cuando son parte de la fuerza laboral de determinada empresa. Al tratarse de una Universidad, además, se tratará de estudiantes que ya hayan cumplido con el Ciclo Básico, donde precisamente se genera la mayor deserción en nuestra enseñanza, por lo que este problema subsistirá aunque los jóvenes tengan un horizonte más promisorio en cuanto a su egreso y empleo inmediato. La Universidad Tecnológica será por lo tanto un buen aporte, aunque quedan pendientes por resolver muchos asuntos urticantes en la enseñanza. Las señales son auspiciosas, solo hay que seguir el camino marcado para resolverlos.
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