Opinion | 16 Feb En las últimas horas los sanduceros hemos asistido a un desenlace que cual crónica de una muerte anunciada, ha afectado a otra empresa exportadora sanducera, en el área de los cítricos, donde se han perdido unos doscientos puestos de trabajo por el cierre del packing de Sandupay.
Más allá de la problemática particular de cada empresa en cuanto a su gestión y situación financiera, este desenlace no puede resultar una sorpresa en un departamento que como el nuestro, ha contado con la presencia y consecuente proyección socioeconómica de grandes empresas exportadoras que son grandes fuentes de empleo y que con el paso de las décadas, pero con mayor énfasis en los últimos años, han visto deteriorada su rentabilidad y en algunos casos entrado en números rojos que comprometen su subsistencia.
Recientemente dábamos cuenta de los problemas de Forbel Univeg para mantenerse en actividad, lo que se agrega a la incertidumbre sobre la suerte de Paylana pese a los encomiables intentos por lograr inversores y cederla eventualmente a la gestión cooperativa por los trabajadores, para encontrarnos ahora con el cierre del packing de una de las grandes exportadoras de cítricos, incluso con diversificación en la producción de nueces y kiwis y duraznos
Todo este esquema alternativo, empero, no ha sido suficiente ante un escenario que tiene un común denominador para las empresas uruguayas que incorporan mano de obra y sobre todo en el caso de las que como en Paysandú, se vuelcan a la exportación: somos cada vez más caros para producir, y estamos fuera de los valores del mercado internacional.
Los incrementos en costos salariales, de los servicios, de los combustibles, la incidencia del atraso cambiario, afectan la ecuación de costos del producto final. Y por más que en buena medida este déficit es disimulado de manera global por la coyuntura favorable para la colocación de nuestros productos primarios, es decir producciones agropecuarias sin procesar, la realidad que no se puede disfrazar con números macroeconómicos indica que seguimos perdiendo puestos de trabajo en Paysandú, porque nuestras empresas se ven asfixiadas por los costos que significa emprender en sectores que demandan valor agregado, y cuyos insumos en dólares resultan en valores de exportación que no tienen posibilidad de competir.
Así, dejando de lado las materias primas para las que nuestro país cuenta con ventajas naturales para producir, como los granos, la carne y la lana prácticamente sin tratar, los costos internos están amenazando la viabilidad de varios sectores de actividad, aún de aquellos en que apenas se da un pequeño valor agregado, como es el caso de los cítricos, en los que tras la recolección de la fruta se los acondiciona en los packings y contenedores para exportación.
Pero también hay dificultades en sectores como los textiles y los cueros, en una carrera en la que los empresarios van perdiendo, por cuanto los costos aumentan más que los precios de venta. El punto es que cada día nos queda menos del milagro industrial sanducero de la década de 1940, mientras asoman ya varios esqueletos de otrora imponentes fábricas, como testimonio de una época en que el desafío de producir y ser emprendedor implicaba mucho esfuerzo sí, pero también muchas satisfacciones.
Hoy este esfuerzo solo va acompañado de frustraciones, mientras desde el gobierno hasta ahora se percibe solo indiferencia y en el mejor de los casos alguna promesa incumplida, casi como una palmadita en la espalda, un “aguanten que ya llega la solución”. Pero ésta ya llegará tarde, sobre las cenizas, mientras quedan por el camino decenas y cientos de plazas laborales genuinas y el sustento de familias enteras, para las que ya no hay espera que valga, como así también para empresas que no se resignan a darla por perdida y hacen malabares para intentar por lo menos empatar una ecuación económica, o se endeudan cada día más para seguir abiertas.