Paysandú, Sábado 18 de Febrero de 2012
Opinion | 13 Feb El ex cine Astor literalmente se cae a pedazos. Caminar por el lugar, especialmente si se conoció la sala cinematográfica, da pena. Las puertas principales, donde se pegaban los afiches están rotas, lo mismo que la cartelera central. Es una estructura que poco recuerda a su arquitecto, Oscar Garrasino. La vida es inclemente a veces. Lo que fue una buena sala cinematográfica, acogedora, ha sido destruida no tanto por el tiempo, sino por las malas decisiones de quienes la administraron.
Primero malas decisiones empresariales, porque una sala de cine no puede adaptarse fácilmente a una discoteca nocturna. Y luego de quienes han estado en el gobierno departamental, en la medida que aunque pasan los años, no han logrado llegar a una solución digna para todas las partes.
Hoy los ocupantes están en proceso de de-salojo. Pero piden una vivienda adonde mudarse. Que es lo mismo que piden desde 2004 cuando el inmueble fue otorgado por el Ministerio de Educación y Cultura a la Intendencia de Paysandú.
Paysandú ha quedado con muy escasas salas de espectáculos. De tanto en tanto es posible usar alguna sala del McCenter Shopping; el Carlos Brussa está desmantelado. El auditorio mantiene la resolución de que no se puede cobrar entrada (aunque sí en la calle, lo que en realidad es reconocer lo equivocada de esa decisión); en el viejo Ateneo tampoco se puede cobrar entrada.
No quedan otras salas cerradas para traer espectáculos. ¿Hay que esperar que el Florencio vuelva a relucir? Al caerse el proyecto de museo de música étnica, y al claramente ser de justicia que el inmueble pase a la Intendencia de Paysandú, tal como fue resuelto por el Ministerio de Educación y Cultura en 2004 , el ex cine Astor se torna ideal. Sin dudas, si la Intendencia no tiene dinero para reparar el Florencio, mucho menos tendrá para recuperar el ex Astor. Aún así, queda un camino, gracias a la reciente ley de Participación Público Privada. Una asociación de este tipo puede asegurar a Paysandú la recuperación de una sala de más de 400 butacas.
Puede que las autoridades departamentales no tengan dinero para reconstruirlo; pero deben tener la iniciativa y la capacidad de planificación para que la cultura vuelva a tener espacios donde expresarse. Esa es, claramente, su obligación emanada desde el mandato de las urnas.
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