Paysandú, Viernes 24 de Febrero de 2012
Opinion | 22 Feb Con una industria textil y de la vestimenta en franco retroceso en el país, el gobierno ha anunciado, a través del subsecretario de Economía y Finanzas, Luis Porto, que ha comenzado la búsqueda de mercados alternativos para colocar esta producción de las industrias locales, a través del análisis junto al sector privado de las oportunidades que ofrecen los regímenes arancelarios preferenciales vigentes en el marco de la Organización Mundial de Comercio.
Pese a que estamos todavía en un empuje de nuestras exportaciones, enmarcado en vientos favorables de la economía mundial para las materias primas, corresponde diferenciar que una cosa es la demanda por “commodities” para que éstos sean procesados en otros países en donde se les da valor agregado o son volcados al consumo, y otra muy distinta lo que vendemos de trabajo uruguayo al exterior.
Por cierto, al mismo tiempo que se ha expandido la producción agrícola y de nuestros principales productos agropecuarios, para los que tenemos ventajas comparativas para producir, por nuestro clima y suelo, fundamentalmente, siguen reduciéndose las que incorporan algún proceso, aún muy primario, y ello se traduce en que flaqueen fuentes de empleo de calidad, aunque se registre una mejora a la vez en las oportunidades en el área de los servicios.
Este aspecto no es menor, desde que cada proceso productivo lleva su tiempo, y mientras es posible recomponer --en cierto período y bajo condiciones favorables-- determinadas producciones primarias de acuerdo a la coyuntura, en el caso de los emprendimientos que incorporan valor agregado la inversión es mucho más compleja, a la vez de más beneficiosa, desde que el valor agregado significa trabajo con mayor capacitación, movimiento en infraestructura de apoyo muy dinámico y reciclaje de recursos en una diversidad de áreas, a la vez de colocarse productos terminados o semiterminados a mayor precio, por supuesto, que las producciones primarias.
Por lo tanto, defender y potenciar la industria que tenemos, además de tratar de incorporar nuevas inversiones de riesgo, es un imperativo para Uruguay, y es plausible que en este caso el Ministerio de Economía y Finanzas esté evaluando con el sector privado alternativas para detectar mercados a los que sea posible ingresar, fundamentalmente con la industria de la vestimenta. Una de las alternativas en agenda es buscar el acceso a los mercados de países desarrollados a través del Sistema Generalizado de Preferencias (SGPC), un instrumento comercial a partir del cual los países desarrollados otorgan rebajas o franquicias arancelarias sin exigencias de reciprocidad o discriminación a los productos de países en vías de desarrollo. Según Porto, Uruguay tiene bajo este régimen la presencia para el ingreso de unos mil productos al mercado de Estados Unidos, y la idea es poder “meter” a los textiles en el paquete.
El problema es que hay productos “sensibles” y otros no tanto para los países cuyos mercados se procura abrir, y los textiles y la vestimenta encuadran en este encasillamiento, porque se intenta proteger la industria propia, cosa que Uruguay no ha hecho, y ha perdido terreno ante las producciones de otras latitudes, como los países asiáticos. Igualmente, el gobierno tiene expectativas de lograr algún resultado a través de este estudio, teniendo en cuenta que se trata de hacer un análisis país por país, rubro por rubro, así como en la cadena de distribución, como un intento de recuperar algo del terreno perdido.
Nos tememos que esta inquietud ha llegado bastante tarde, cuando se han perdido miles de puestos de trabajo, y no se ha trabajado adecuadamente en la búsqueda de acuerdos con preferencias arancelarias, como han hecho países como Chile. Y seguimos atados a la región a través de un Mercosur que nos condiciona en exceso, y en el que a la vez los vecinos inventan una y otra vez artilugios para protegerse y trabar el ingreso de nuestros productos.
En Paysandú estamos padeciendo ya desde hace tiempo las consecuencias de una marcada inacción del gobierno nacional en la defensa del trabajo local, si tenemos en cuenta que la empresa Paylana ya ha cerrado sus puertas y se intenta una reactivación por la vía de la cooperativa de trabajadores, en un esfuerzo encomiable que igualmente tiene ante sí el gran desafío de mercados en los que debe ingresarse sin preferencias arancelarias y con notorios problemaa de competitividad.
En el caso de los cítricos también estamos antes serios problemas, desde que pese a ventajas comparativas para producir se tropieza con altos costos y caída en la competitividad, porque el sector ha quedado afuera de exenciones de carácter nacional y perdido terreno frente a competidores como Chile, Sudáfrica y Perú, que ingresan a la Unión Europea con arancel cero, producto de negociaciones, mientras la producción nacional debe pagar recargos al perder preferencias arancelarias y todavía no se ha abierto el mercado de Estados Unidos. Es decir que se debe negociar, mucho y bien, dejar de lado apuestas al todo o nada regional, pero a la vez buscar respuestas en lo interno, pasando de enunciados del país productivo a los hechos, para fortalecer emprendimientos que están en serio riesgo de desaparecer si se deja transcurrir indolentemente el tiempo esperando que las soluciones lleguen solas.
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