Paysandú, Lunes 27 de Febrero de 2012
Opinion | 25 Feb Algunos sectores del partido de gobierno y organizaciones sociales han reactivado la idea de promover el voto de los uruguayos que residen en el exterior, por considerar que pese al pronunciamiento adverso de la ciudadanía en las elecciones de 2009, hay resquicios como para volver a intentarlo, al no darse por satisfechos con el veredicto del soberano.
Es así que voceros de la izquierda han anunciado que agotarán todos los recursos a su alcance para que el voto de los uruguayos en el exterior sea realidad para las elecciones de 2014. Pero esta idea no ha encontrado el grado de receptividad que esperaban, y se decidió que el intento se haga por fuera de los cuadros de gobierno.
El tema ha quedado en manos de una comisión “multipartidaria”, pero el quid del asunto radica en contar con un nuevo proyecto de ley --a elaborarse dentro del Frente Amplio-- para cumplir las instancias que se requieren a efectos de plasmarlo en una norma que habilite el voto en el extranjero.
Prácticamente está descartada la posibilidad de contar con la necesaria adhesión en el Parlamento, desde que se necesitan dos tercios en cada cámara y la oposición ha anunciado su rechazo al proyecto, pero el camino sigue abierto por el lado del voto popular, como se hizo en 2009, con pronunciamiento negativo de los ciudadanos.
Ahora la idea se centra en establecer el voto consular, es decir que se habiliten mesas en los consulados uruguayos para que los residentes en otros países puedan participar en el acto electoral como un ciudadano más, incidiendo con su voto en la elección de las autoridades nacionales.
La ciudadanía dijo que no, pero este aspecto parece no ser importante para los organizadores, que volverán a preguntar al cuerpo electoral si realmente no quiere que los uruguayos en el exterior voten e incidan para elegir un gobierno cuyas decisiones no los afectarán.
Esta apelación recurrente a la ciudadanía en plebiscitos, en permanente movilización, preguntando una y otra vez lo mismo, para ver si por cansancio el ciudadano accede a cambiar su voto, es una de las formas más rebuscadas para tratar de imponerse sobre la opinión del votante, cambiando el collar para presentar el mismo perro, por quienes siguen pensando que el pueblo es una masa ignorante que hay que “ilustrar” para que termine votando como ellos piensan. Visto de esta forma, la voluntad popular sólo debe tenerse en cuenta –y respetarse-- cuando es favorable a sus intereses sectoriales. Eso, es poco democrático.
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