Paysandú, Miércoles 29 de Febrero de 2012
Opinion | 22 Feb El abogado, periodista y analista político Aleardo F. Laría sostiene que en América Latina hay “democracias de audiencia” y eso parece especialmente cierto después que Henrique Capriles Radonski, el electo candidato único de la oposición venezolana para las elecciones de octubre, fuera atacado con virulencia por los medios de comunicación que controla Hugo Chávez. Los insultos fueron variados, pero se centraron especialmente en un fuerte sesgo anti-semita. “Sionista”, “imperialista”, “fascista”, y hasta de “homosexual”. De todo contra el candidato opositor que osa oponerse al sueño chavista de gobernar para siempre.
Esto obviamente supone no sólo una advertencia de corte intimidatorio al candidato presidencial, sino también una temprana negativa a la posibilidad de un debate civilizado de ideas y propuestas propio de los procesos electorales democráticos, al que se pretende reemplazar por la crispación y la descalificación personal sistemática.
“Somos más machos por eso gobernamos”, sería el mensaje que parece lanzar Chávez en medio de lo que mejor sabe hacer, la política del espectáculo, del eslogan, del desenfrenado populismo que tiene el gravísimo peligro de que rápidamente puede devenir en el reverso oscuro de la democracia.
A este tipo de gobernantes se refiere Laría, pues las elecciones son apenas una fachada democrática, porque con el uso partidista de los recursos del Estado y distintas formas de acoso perverso sobre los adversarios políticos se reducen al mínimo las posibilidades de generar un debate que resulte una expresión política pluralista real y madura. En eso parece seguir Chávez, que ni bien supo quién sería su adversario, lanzó a sus perros cimarrones a enseñarle los dientes. No parece interesado en el debate que es esencial para permitir a todos elegir racionalmente, el de la confrontación de ideas. A las claras está que se reemplaza por la organización de campañas negativas que apuntan a la descalificación personal de los opositores.
Nada será fácil ni normal en la contienda electoral que se avecina en Venezuela. Un proceso electoral que ha comenzado del modo en que podía anticiparse. Con insultos de grueso calibre y con pasos y medidas perversas y persecutorias que parecen haber sido puestas en marcha desde lo más alto del poder. No obstante, el valor de quienes sean objeto de persecución e insulto se alimentará de una esperanza cierta, que hoy luce posible: la de recuperar la democracia extraviada y poder vivir con plenitud las libertades civiles y políticas esenciales. También en Venezuela.
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