Paysandú, Jueves 01 de Marzo de 2012
Opinion | 28 Feb La guerrilla colombiana FARC anunció recientemente la liberación de diez rehenes, es decir cuatro más de los que se había comprometido a entregar en diciembre, y dijo que renuncia al secuestro de civiles: “queremos comunicar nuestra decisión de sumar a la anunciada liberación de los seis prisioneros de guerra, la de los cuatro restantes en nuestro poder”, según señala un comunicado del Secretariado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
“Mucho se ha hablado acerca de las retenciones de personas, hombres o mujeres de la población civil, que con fines financieros efectuamos las FARC a objeto de sostener nuestra lucha. (...) Anunciamos también que a partir de la fecha proscribimos la práctica de ellas en nuestra actuación revolucionaria”, añadió el documento.
“Es hora de que se comience a aclarar quiénes y con qué propósitos secuestran hoy en Colombia”, señalaron las FARC --la guerrilla más importante de Colombia--, al pedir al gobierno del presidente Juan Manuel Santos pensar en opciones distintas a la confrontación armada, aunque por su lado el mandatario ha considerado insuficiente esta “disposición” de la guerrilla.
“Valoramos el anuncio de las FARC de renunciar al secuestro como un paso importante y necesario, pero no es suficiente en la dirección correcta”, reaccionó Santos en un mensaje de su cuenta de Twitter.
La actuación de las FARC en territorio colombiano, pero también con un pie en países vecinos como Ecuador, cuyo gobierno izquierdista ha tolerado y eventualmente apoyado al grupo terrorista, se inició en la década de 1960, en principio con clara inspiración en la revolución cubana de Fidel Castro de 1959, como también se inspiraron otros movimientos en América Latina, caso de los tupamaros en Uruguay, el movimiento Sendero Luminoso en Perú, el ELN, entre otros.
Naturalmente, en aquellos tiempos se trataba en todos los casos de grupos de “iluminados” que solo apostaban a sus propias creencias, inspirados además en la lógica de la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos, en tanto hubo grupos que se mantuvieron tras el derrumbe de la ex URSS y como en el caso de las FARC, siguieron desarrollando acciones con supuestos sustentos ideológicos, cuando en realidad el medio y el fin de su actuación es el atractivo económico del narcotráfico y los propios secuestros, por los que han pedido astronómicos rescates.
Asimismo, hoy “justifican” sus feroces acciones en las respuestas de los respectivos gobiernos a través de las fuerzas armadas y Policía, es decir en la postura tradicional de los grupos subversivos en todo el mundo, en cuanto a ponerse como víctimas en lugar de los verdugos que realmente son.
Esta dicotomía no ha cambiado pese al paso de los años y las décadas, lamentablemente, desde que en el último comunicado de las FARC el grupo narcoterrorista argumenta que “serios obstáculos se interponen a la concreción de una paz concertada. La arrogante decisión gubernamental de incrementar el gasto militar, el pie de fuerza y las operaciones, indica la prolongación indefinida de la guerra”.
“Ella traerá consigo más muerte y destrucción (...) Es hora de que el régimen piense seriamente en una salida distinta, que empiece al menos por un acuerdo de regularización de la confrontación y de liberación de prisioneros políticos”, agregaron.
Ya a primera vista salta del comunicado el planteo delirante propio de la mentalidad intolerante, extremista y mesiánica de los grupos terroristas: en resumen anuncia que si son reprendidos porque secuestran agente y protagonizan atentados habrá más muerte y destrucción, por lo que piden una salida “distinta” para liberar prisioneros y a la vez canjearlos por presuntos presos políticos, que no son otra cosa que sus compañeros de armas hechos prisioneros por ser protagonistas de estos crímenes.
Para ellos poco o ningún valor tienen las instituciones y la democracia por cuanto su verdad es absoluta, y los métodos para imponerla, incluyendo pisotear los derechos humanos a sus anchas, están siempre justificados. Lo primero es lo primero, y es sensato que el presidente Santos insista en que es posible una mesa de negociación –aunque en el fondo no habría nada que negociar con criminales-- pero ha pedido a las FARC gestos claros de paz, como el cese del secuestro y del reclutamiento de menores de edad, así como poner fin a los atentados, porque quienes deben tomar la iniciativa son al fin de cuentas los agresores y no los agredidos.
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