Paysandú, Viernes 02 de Marzo de 2012

Para no solo vender commodities

Opinion | 29 Feb A su regreso de una visita oficial a China, el ministro de Industria, Energía y Minería, Roberto Kreimerman, dio la pauta de que nuestro país intenta participar en una forma distinta en el área de intercambio comercial que tiene epicentro en el Lejano Oriente y que funciona en base a la locomotora china, más allá de nuestro papel de proveedores de materias primas.
Según dio cuenta el secretario de Estado a El Observador, el posicionamiento frente a los nuevos desafíos de la economía global cuyo centro dinámico lo constituye esa región del mundo “es el gran tema de discusión en el mundo”, a partir de la realidad que apreció en su reciente visita a China, y de la que ha traído nuevos parámetros en el marco del objetivo de incrementar la presencia uruguaya en esos mercados.
Ocurre que si bien las exportaciones uruguayas hacia destinos asiáticos crecieron fuertemente en los últimos años, los rubros de exportación de nuestro país han sido las materias primas, fundamentalmente los granos como la soja, la celulosa y la lana. En los hechos, lo que ha predominado por lo tanto es venderle materia prima a los chinos para que éstos utilicen mano de obra propia y destinen productos procesados a su gran mercado y a la exportación hacia otras partes del mundo.
En este escenario, de acuerdo a lo manifestado por Kreimerman, el objetivo es poder introducir en esos mercados productos con mayor valor agregado, es decir con procesamiento dentro de nuestras fronteras, de forma de ampliar y mejorar las fuentes de empleo nacionales.
Para el secretario de Estado hay “cuatro o cinco sectores” con un fuerte potencial de crecimiento, y mencionó específicamente la carne, la madera, los lácteos, los artículos farmacéuticos y los servicios informáticos. Dijo que la clave está en los rubros exportables “que tienen más conocimiento incorporado y menos volumen” ya que el componente logístico, es decir los costos de transporte fundamentalmente, en las exportaciones al Lejano Oriente cobran un peso fundamental.
Igualmente, la estrategia definida por el gobierno para mejorar la presencia comercial en ese mercado pasará por identificar las necesidades y posibilidades que ofrecen los países de esa zona, así como seleccionar industrias con alta incorporación de conocimiento en sus productos.
Así, habrá de trabajarse conjuntamente con el Instituto Uruguay siglo XXI y el sector privado, con el que se continuará en la línea de concretar de forma periódica misiones comerciales para profundizar el conocimiento del país.
Paralelamente en este contexto se asigna un rol preponderante a la Cancillería, por lo que se apuntará a la creación de nuevas embajadas, como es el caso de Vietnam, donde la venta de lácteos continúa en expansión, lo que a la vez trae a colación uno de los serios déficit que presenta nuestro país en el relacionamiento y comercio internacional, que es la prescindencia o directamente omisión de nuestras representaciones diplomáticas en cuanto a “vender” el Uruguay en el exterior, otorgando un papel secundario a los vínculos y promociones comerciales.
Pero yendo al meollo del asunto, debe señalarse que la venta de productos terminados o semiterminados a China y otros países asiáticos tropieza no solo con barreras comerciales externas y de logística por razones de volumen y lejanía, sino también y sobre todo por el costo país, es decir el encarecimiento de los insumos para producir en el Uruguay.
Ello incluye naturalmente la mano de obra, que con cargas sociales, aumentos salariales y baja productividad determina un encarecimiento en el producto final, a lo que se agregan los altos valores de la energía, los impuestos y servicios del Estado, que potencian explosivamente los precios del producto final.
Ello significa que más allá de las buenas intenciones de vender nuestra mano de obra --un objetivo que hemos señalado recurrentemente en EL TELEGRAFO-- para complementar las exportaciones de commodities que hacen también otros países latinaomericanos, el gran desafío radica en reducir nuestros costos para poder competir en el mundo con una mejor ecuación calidad-precio, a lo que todavía estamos lejos de llegar, y en lo que debería ponerse el mayor énfasis.


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