Paysandú, Domingo 04 de Marzo de 2012
Opinion | 03 Mar El presidente José Mujica inició este 1º de marzo el tercer año de su gestión, por lo que lleva dos de los cinco años de gobierno. En la práctica ya ha desarrollado la mitad de su administración efectiva, desde que por regla general en Uruguay el último año de todo gobierno está signado por las urgencias electorales y la distorsión propia de la cercanía de la elección, por lo que difícilmente pueda contarse como parte real de una gestión de gobierno.
Al cumplirse estos dos años, el jefe de Estado no solo tuvo a su cargo el jueves por la noche una exposición por cadena de radio y televisión, sino que horas antes a través de otros medios, formuló reflexiones personales y tributó algunos reconocimientos. En tanto, el mensaje con el balance lo canalizó en forma documentada ante el Parlamento, a través del secretario de la Presidencia, Alberto Breccia.
Fundamentalmente el jefe de Estado se quejó del permanente estado de campaña electoral del sistema político y pidió, a la vez, imitar el gesto del acuerdo con los intendentes.
El día que inició su tercer año de gestión, que suele considerarse como un año “bisagra”, el presidente Mujica en su audición de la emisora privada M24 criticó que el sistema político “vive en campaña electoral” cosa que, a su juicio, conspira contra la realización de acuerdos nacionales. Así, “aquel que lo intenta de buena fe es poco menos que vilipendiado por sus propios correligionarios”, dijo.
Para el jefe de Estado, quien el jueves envió en las primeras horas de la tarde al Parlamento la memoria anual de 2011, no se trata de una actitud de un determinado partido sino de todo el sistema político, y por eso indicó que asume la “cuota” de responsabilidad que le corresponde. Esta autocrítica es oportuna porque lo que la actual fuerza de gobierno cuestiona a blancos y colorados, es lo mismo que hizo el Frente Amplio cuando estaba en la oposición, con apoyo además de toda la fuerza sindical del país, así como otras asociaciones y movimientos sociales que desde siempre actuaron como brazos políticos del Frente Amplio. Lo que sí es cierto es que ahora muchos de estos aliados incondicionales o hasta dentro mismo de su propio partido, están demostrando que las diferencias no son tan pequeñas en lo interno y en la puja por el poder, hoy son más duros que la propia oposición en los dichos y las acciones contra el gobierno.
No es extraño entonces que Mujica pidiera imitar “el gesto político” que tuvieron los intendentes para acordar, a instancias del Poder Ejecutivo, un sistema de patente única y de esa forma poner fin a un problema que era “una verdadera vergüenza nacional”.
Los intendentes “nos dejan la lección de cuánto podemos avanzar cuando somos capaces de andar juntos, y cuánto nos trancamos por no poder generar voluntad política para caminar juntos en esfuerzos comunes”, reflexionó el presidente.
Los sondeos de opinión pública a la vez muestran claramente que la población establece diferencias entre la gestión de gobierno y la simpatía del presidente, y es así que según una encuesta de Factum divulgada en canal 4, la mayoría de los uruguayos (79%) considera que el gobierno de Mujica está “bien orientado”, y el 18% que está mal. En cambio, a la hora de analizar la “gestión del presidente”, el 72% la considera mala y el 25% buena.
La percepción refiere por lo tanto a los resultados obtenidos y la diferencia respecto a la imagen presidencial en cuanto a la forma de comunicarse, por lo que no debe confundirse simpatía con evaluación del trabajo del gobierno en estos dos años, en el que como suele ocurrir en toda administración hay luces y sombras y la evaluación personal depende de cómo le va a uno en la feria, como lo establece el dicho popular, por encima de la percepción global y objetiva de la realidad del país.
Sin duda que seguridad, vivienda, educación, empleo, salud, y no necesariamente en este orden, son las áreas que más le preocupan a la población, y los resultados de dos años han sido muy limitados. Especialmente si evaluamos que esto sucede cuando gozamos de la bonanza más grande de las últimas décadas, y se han invertido en soluciones recursos impensables para cualquier gobierno anterior a 2005, porque jamás el Estado ha recaudado tanto, o al menos en los últimos 60 años.
Y más allá de las consideraciones políticas en cuanto a la relación entre gobierno y oposición –por cierto que es indudable que el presidente Mujica ha sido mucho más abierto y dialoguista que su antecesor Tabaré Vázquez, al punto de generar acuerdos para contar con representación de opositores en entes y avanzar en la enseñanza, por señalar solo algún aspecto-- los golpes del gobierno han alternado entre la herradura y el clavo. Por ejemplo está pendiente la gran reforma del Estado que ya prometiera en su momento Vázquez y que reafirmara Mujica, en tanto el mandatario ha agradecido a los “fogoneros” que lo rodean para encarar estos pasos para reformarlo, pero sin cortar lazos y ni siquiera emprender acciones para concretarlo ante los que quieren que todo siga como está.
Ha llegado la hora, en el año bisagra, de que tras lo positivo y lo negativo de dos años de gestión, se hagan realidad tantos anuncios y buenas intenciones que se han manifestado y que hasta ahora no se han materializado.
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