Paysandú, Miércoles 07 de Marzo de 2012
Opinion | 06 Mar En los últimos años se ha registrado un persistente descenso en el número de maestros egresados de los institutos de formación docente de todo el país, al punto que últimamente existe un desfasaje entre el número de docentes de Primaria que se jubilan y los que se forman. Ello indica que gradualmente se va consolidando la falta de personal docente para la formación de los niños, lo que debe evaluarse en un contexto de cambios que registra tanto la sociedad como el sistema educativo nacional.
Quiere decir que estamos ante un déficit que seguirá creciendo a medida que sigan acogiéndose a la pasividad los actuales maestros, aunque en este sentido se han aprobado normas que permiten que aún después de estar jubilado el docente siga ejerciendo sus funciones hasta la jubilación definitiva. Aunque naturalmente estamos ante un paliativo para un escenario que necesita esquemas sustentables, no solo para aumentar el número de maestros. Se trata de una problemática más vasta, que comprende aspectos como la oferta educativa, las aspiraciones de los jóvenes estudiantes --tanto en lo que refiere a vocación como remuneraciones--, además de las necesidades reales del sistema.
Hasta no hace muchos años en el Interior --ante una enseñanza universitaria y profesional altamente centralizada en Montevideo-- había muy pocas opciones para los estudiantes, sobre todo los menos pudientes, desde que una carrera universitaria gratuita en los papeles se hacía muy onerosa en la realidad para las familias de escasos recursos, e implicaba una alta cuota de sacrificio para solventar la estadía y estudios de los universitarios, en tanto tampoco existían muchas posibilidades de formación profesional en áreas no universitarias.
Por lo tanto, la perspectiva de cursar una carrera relativamente corta en el área docente indicaba a magisterio como la opción más accesible para numerosos jóvenes en el Interior, pese a que no fuera realmente su vocación. Así, incluso hubo períodos en los que se trató de disuadir a los estudiantes respecto a esta opción, ante la imposibilidad de absorber la cantidad de maestros egresados de los institutos de formación magisterial. En la práctica había que esperar muchas veces largo tiempo para poder elegir cargos en las ciudades, que naturalmente son el objetivo principal de estudiantes que provienen mayoritariamente de las áreas urbanas y procuran evitar el desarraigo en el ejercicio de la actividad profesional.
Pero actualmente el magisterio ha perdido atractivo para miles de estudiantes que culminan los cursos secundarios, desde que existe la posibilidad de cursar carreras cortas para formación profesional y ello ha contribuido a la diversificación de opciones, para un mismo número de egresados de Educación Secundaria, lo que es válido tanto desde el punto de vista vocacional como en cuanto a las aspiraciones de ingresos de los interesados.
Estamos por lo tanto ante un escenario que no presenta una única causalidad y que por lo tanto debe ser evaluado desde diversos ángulos, en el entendido además de que es muy difícil cambiar una realidad que se impone por el peso contundente de factores que no pueden ser manipulados arbitrariamente para torcer las cosas hacia determinada dirección.
Las autoridades educativas, por lo tanto, deben encarar la problemática desde su propio ángulo de acción, y es así que ya el ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, ha aludido al tema al hacer hincapié en que a partir de 2015 se necesitará un egreso mensual de mil maestros y que en 2010, a la luz de esta situación que describimos, solo se formaron 600 en todo el país.
Por lo tanto anunció la instrumentación de varias medidas para incrementar la matrícula y el egreso de maestros, tales como la flexibilización curricular sin disminuir la exigencia y el aumento de la oferta de becas para los estudiantes de magisterio, sin olvidar el aspecto salarial mencionado por la consejera de Primaria, Irupé Buzzeti, quien manifestó que los bajos salarios constituyen una de las causas que desa-lientan a muchos estudiantes a optar por la carrera docente, desde que un maestro recién recibido percibe unos 10.000 pesos, aunque este monto va aumentando sustancialmente a medida que se va ejerciendo el cargo. Queda la interrogante de cómo puede entenderse que se devalúen exigencias y a la vez se diga que no va a caer aún más la calidad de la enseñanza, desde que se trata de valores excluyentes, y a la vez debe tenerse presente que si bien estamos ante una revalorización negativa de la carrera magisterial ante otras profesiones, sobre todo las vinculadas a las ciencias sociales, no es menos cierto que este proceso se materializa partir de un elemento positivo, como la ampliación de la oferta educativa. Un claro ejemplo de excepción es Artigas, donde se “exportan” maestros porque en ese departamento existen menores posibilidades de acceder a otro tipo de formación para los egresados de Secundaria. Por lo tanto debe hilarse muy fino en cuanto a las respuestas a darse a la necesidad de revertir el déficit en maestros, obrando con estímulos pero a la vez identificando claramente causas y efectos, de forma de actuar en base a las nuevas realidades y no a voluntarismos.
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