Paysandú, Jueves 08 de Marzo de 2012
Opinion | 07 Mar Desde un televisor plasma a un par de medias, casi todo es “Made in China”. O Taiwán, Vietnam o Tailandia. No obstante, si bien son manufacturados en esos países por trabajadores de la región, no todo lo que dice “China” es legítimamente un producto chino, en el sentido de que los capitales detrás de los mismos son empresas multinacionales sin bandera. Cual depredadores, los capitales multinacionales se mueven por el mundo de acuerdo a su única conveniencia.
Hoy, cuando los salarios han trepado “dramáticamente” en China y otros países asiáticos, las multinacionales han comenzado a emigrar, pues armar sus lujos del consumo tan lejos de los sitios de venta ya no les es tan “conveniente” en la medida que deben pagar salarios más altos.
De acuerdo a proyecciones de empresas especializadas, los salarios del cinturón tecnológico del río Yangtzé, en China, pasaron de 72 centavos la hora en 2000 a 2,79 dólares en 2010 y llegarán a 6,31 en 2015.
Un nuevo informe conjunto del Banco Mundial y el Centro de Investigación del Desarrollo, una institución estatal de China, titulado “China 2030”, dice que la fuerza laboral china “empezará a reducirse a partir más o menos de 2015, inicialmente de manera lenta, pero con mayor rapidez a partir de la década de 2020, y se calcula que en 2050 será un 15% menor de lo que era en su punto más alto”. Y aunque se modifique la política de “hijo único” no se ven soluciones a corto plazo. Ergo, a menores trabajadores e igual cantidad de empleo, aumentan los salarios. Pero las multinacionales siempre parecen tener la respuesta. Y un creciente número de empresas están mudando sus plantas de manufactura a México y otros países más cercanos al mercado estadounidense. Mientras en 2002 el salario promedio chino era 237% más bajo que en México, en 2010 era tan solo 14% más bajo, según un estudio reciente realizado por el banco de inversión J. P. Morgan.
No obstante por auspicioso que esto parezca para América Latina no lo es tanto. Lo que ocurre es que las multinacionales marcan el valor del trabajo con su movilidad. Lejos de que el trabajo sea un medio para satisfacer las necesidades de las personas, parece en verdad ser tan solo el piso a partir del cual el capital aumente sin límites sus ganancias. Entonces, aunque es cierto que los países latinoamericanos que eleven el nivel educativo de su población y reduzcan la violencia y los conflictos en la región pueden ser candidatos a recibir las inversiones que buscan salir de Asia, es claro que no necesariamente serán inversiones permanentes, sino hasta tanto la gráfica de ganancias de las multinacionales no comience nuevamente a caer.
Por tanto, hay que mirar puertas adentro y proteger la industria, los trabajadores y los salarios nacionales auténticos.
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